07.

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CAPÍTULO SIETE.

Salgo al balcón de mi habitación para que me dé el aire y así, con suerte, lograr calmar mis nervios.

Llevo así desde que ayer por la mañana Enoch me dijo que hoy, dentro de dos horas, iremos a un bar donde hemos quedado con sus mejores amigos.

Nunca he tenido amigos. Siempre he sido la rarita de la clase y no me importaba, pero ahora... ahora ya no estoy en el instituto, soy adulta y necesito amigos. No sé si Enoch cuenta como amigo, tampoco conozco mucho a su familia así que no puedo considerarlos amigos.

Estoy en un país nuevo donde no hablo el idioma, por lo tanto hacer amistades será más difícil aún. Así que sí, estoy muy nerviosa porque esta puede ser mi única oportunidad para tener dos amigos.

Cuando empiezo a quedarme fría, decido entrar de nuevo en mi habitación. Me siento en el borde de la cama y agarro el cuadro de mi padre de la mesilla de noche.

—Ojalá estuvieras aquí para tranquilizarme, papá.

Acaricio la foto con las yemas de mis dedos, poniendo una sonrisa triste en mi rostro. En la foto mi padre sonríe con ganas a la cámara y yo, sobre sus hombros, tiro de su pelo. Estoy segura de que le di un buen tirón, sin embargo, a él no le importó. Nunca me regañaba a pesar de que tenía motivos para hacerlo.

Me muerdo la lengua con fuerza porque no quiero llorar. Quiero recordar a mi padre con amor, no con tristeza.

—¿Quién es? —pego un bote sobre el colchón al escuchar a Enoch.

Joder, es extremadamente sigiloso. Dejo con cuidado el cuadro en su sitio y, cambiando mi cara de tristeza, le miro.

—No es nadie.

No podemos seguir evadiendo sus preguntas relacionadas con nuestra familia. ¿Quién dice que no? Eh... ¿el manual de los dominantes? Vamos a quedarnos sin culo como no empecemos a hablarle, ¡y yo quiero mantener nuestro culo intacto!

—No parece no ser nadie —se sienta a mi lado. Es insistente, ¿eh?

—Por favor, Enoch —giro la cabeza.

—Como quieras —suelta un suspiro—. Ve vistiéndote, no vamos a tardar en irnos.

—¿Qué? —vuelvo a mirarle—. ¿Ya? Pero... ¡No estoy lista!

—Por eso he venido a decirte que te prepares.

—¡Me refería a mentalmente! ¡No estoy lista mentalmente!

Ay Dios, ¡estoy entrando en pánico! Uf, uf, uf, ¡voy a morir! He cambiado de idea, no quiero ir. ¿Y si le digo que estoy enferma? La excusa del dolor de cabeza es bastante fiable. O mejor me tiro por las escaleras, así seguro que me rompo una pierna y no podré caminar. Sí, la segunda opción me gusta más.

—Aledis, respira —ordena. Es de locos, pero sus órdenes habitualmente me calman. Me estoy volviendo loca, ¿verdad? Pero hago lo que me dice y respiro hondo, llenando mis pulmones de aire—. Ahora dime qué te pasa. ¿Tienes fobia social?

—No que yo sepa. Me pone nerviosa conocer gente. Siempre he sido la rara de clase, ¿sabes? Era la única que no llevaba el pelo natural, la única que se tatuaba y perforaba la piel, la única que se maquillaba... En el instituto de pijos al que iba todo eso estaba mal visto —confieso.

Vaya mierda de estereotipos que establece esta mierda de sociedad.

—Enzo y Melania te van a aceptar enseguida. Créeme, son como yo: nos gusta lo raro —me guiña un ojo, demostrándome que está bromeando.

Infierno [+21] [TAI#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora