CAPÍTULO QUINCE.
Enoch.
No me gusta madrugar.
No entiendo a la gente a la que sí le gusta.
La mayoría de ellos me caen mal.
Para mí dormir es sagrado. Si no duermo mínimo diez horas al día siguiente estoy insoportable. ¿Mas de lo normal? Es decir, ¿para qué quieres despertarte a las ocho o nueve de la mañana? ¿Para hacer ejercicio? ¿Para aprovechar el día? ¿Qué tonterías son esas?
Si te levantas a las diez te da tiempo a hacer de todo a lo largo del día, solo tienes que organizarte.
O-R-G-A-N-I-Z-A-C-I-Ó-N.
La gente que madruga es porque no sabe organizarse, punto y final.
Estiro el brazo, notando que el lado de la cama que tendría que estar ocupado está, como no, vacío. Bufo, negándome a abrir los ojos aún.
Aledis es la excepción a la regla de los madrugadores, a ella no la odio ni tampoco la califico como desorganizada, porque no lo es. Se levanta pronto porque es bastante hiperactiva y porque después de tantos años levantándose a la misma hora para ejercer como la criada de su familia, es normal que se haya acostumbrado.
A lo que voy es que me jode muchísimo haberme acostumbrado a que su cuerpo yazca a mi lado, porque enseguida me doy cuenta de cuando no está.
Le doy un golpe a la almohada, sabiendo perfectamente que ya no voy a poder dormirme de nuevo. Cuando pillemos a la sumisa descarada deberíamos castigarla.
Me incorporo en el colchón, sentándome y mirando las vistas de una Italia amaneciendo a través del ventanal de mi habitación.
¿Qué coño estoy haciendo? Dormir con Aledis... Dios, dormir con mi sumisa. No hacía algo así desde Kara. ¿Qué tiene ella que las demás no? ¿Por qué está logrando derribar los muros que levanté?
—Mierda.
Siento algo duro a mi lado, presionando mi nuca. Llevo una de mis manos hasta ahí y tiro de lo que me está molestando. El horrible pitufo que me ha regalado Aledis aparece ante mis ojos. No es que no me guste, es que el pitufo está mal hecho. Tiene la cara deforme.
Admito que me emocionó bastante que me hubiese comprado algo, que hubiese pensado en mí cuando tenía que comprar algo para ella.
No recuerdo la última vez que alguien me regaló algo porque sí y no porque fuese alguna ocasión especial.
Y aunque el muñeco sea horrible —y no se parezca nada a mí— me gusta porque me lo ha regalado ella.
Lo lanzo al sillón en el que están los cojines que decoran la cama, ¿por qué no lo aparté anoche?
Suspirando me quito las sábanas de encima, bajo de la cama, me dirijo a mi armario y cojo un traje para dirigirme al baño.
Me froto los ojos cuando veo que junto a mi cepillo de dientes está el de Aledis. Sonrío, supongo que se está mudando poco a poco a mi habitación y, aunque suene extraño, no me molesta en absoluto. ¿Recuerdas como acabaron las cosas la última vez?
Me desvisto y me doy una ducha rápida. Odio ir a trabajar un sábado, ¿no pueden hacer la reunión sin mí? Somos el jefe. Ya, al menos solo tengo que ir una hora y luego... Luego tendré todo el día para estar con mi sumisa. No sé qué haremos, pero algo se me ocurrirá a lo largo de la reunión.
Agarro la corbata, que es lo último que me falta por ponerme, y bajo las escaleras con ella en la mano. Paso mi mano libre por mi pelo, revolviéndolo para que se seque más rápido.
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Infierno [+21] [TAI#1]
Romance[EN PROCESO] «Éramos amo y sumisa, pasión e inocencia, hielo y fuego» *** Necesitaba escapar del infierno en el que estaba viviendo. Pero quizá acabé en un sitio peor. A manos de alguien peor. Se convirtió en mi amo y señor. Me convertí en su escla...