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1958

Londres.


Enamorarse era una fantasía.
Algo exagerado, romantizado, descabellado, bastante idealizado. Enamorarse era todo, menos realista.

Eran cuentos de hadas que solía leer y simples historias cortas que llegó a escuchar cuando era un niño.
Era un muro de cristal que todo
el mundo ponía enfrente de su larga relación para hacerla parecer perfecta.

Enamorarse era todo, menos algo perfecto.

Al menos para Roger Taylor.

Él creció alrededor de una familia que todos los días se desmoronaba como
migajas de una pared pintada con pintura barata.

Su madre despreciaba a su esposo, quien la detestaba también. Estuvieron juntos por años y años.

Claro, infelices. Insatisfechos. Imperfectos. ¿Por qué seguían juntos? Roger nunca lo supo, jamás les pregunto. Simplemente, lo entendía:

El amor nunca dura.
-Oh, él es muy tranquilo- Roger escuchó -No habla demasiado, lee mucho y casi siempre esta trabajando, muy rara vez está en casa.-
Roger se mofó de sí mismo, de pie junto a la puerta. ¿Qué tiene de malo ser tranquilo?.

Había escuchado esas palabras siempre, desde que era un niño: hablas muy poco, abre la boca un poco más, deja de ser tan aburrido.

Y es que, leer era el único escape que tenía a todo lo que le rodeaba. Y su
trabajo... su trabajo lo mantenía ocupado. De todo a su alrededor. De sí mismo, quizá.

-¡Creo que en realidad es bastante encantador! Nunca dice malas palabras, siempre es educado. Además, es muy inteligente, por todos esos libros que lee. Trabaja en un despacho de abogados. Si, el que esta cerca del centro.- Roger siguió escuchando, eso lo hizo relajar los hombros un poco. Así que, no es... el peor.

Roger estaba de pie en la entrada de aquella casa, de quien no estaba seguro quien era el dueño. De hecho, por el ultimo par de semanas, no se sentía muy seguro de muchas cosas.

Se mudó a Londres hace solo un mes. Apenas comenzaba a instalarse en su nuevo hogar, y ahora había sido traído a la fuerza a la casa de sus vecinos.

La estruendosa charla se escuchaba desde la sala, mientras Roger miraba alrededor, disfrutando de su estética moderna.

Era bastante grande, lo que le hizo cuestionarse sobre el número de personas que vivían ahí.

Afuera llovía muy fuerte. Estaban en Londres, por supuesto. Era noche, alrededor de las 8pm. Roger vió un tocadiscos de vinilo en una pequeña mesa de madera, que estaba contra la esquina de la pared, la cual parecía bastante fina. Colocó suavemente la punta de sus dedos sobre el disco, tocando despacio sobre la
ruleta, cuando de repente-

-Es Little Richard- escuchó decir a una voz profunda, lo que le hizo voltear al instante. Un escalofrío recorriendo su espina, sobresaltándolo -Impresionante, ¿no crees?- continuó, refiriéndose al vinilo en el tocadiscos.

Los ojos de Roger se agrandaron por unos segundos, era como si de repente hubiera olvidado como articular palabras con las cuerdas vocales en su garganta.

Hablar. Roger por un momento olvidó como hablar. El hombre de pie frente a él era alto. No mucho mas alto que Roger, pero se veía mucho mas grande. Mas ancho. Su cabello rizado caía delicadamente sobre su rostro.
Era bastante largo, con algunos mechones ondulados en la parte posterior de su cuello. Vestía una brillante camisa roja y pantalones.

SOMEBODY TO LOVE [Maylor] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora