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Cuando una ola se estrella en la orilla, se disuelve hasta ser nada. La arena
absorbe la pureza del agua, y la convierte en neblina.

Cuando una ola se estrella con otra, la atracción la hace crecer, volverse más salvaje, dejando la armonía del océano permanecer intacta. Romper esa armonía lastimaría no solo a las olas, sino al océano entero.

Dicen que cuando dos hombres se besan, deben sentir una creciente enfermedad desde el fondo de su estómago. Esa enfermedad puede crecer y consumirlos por completo a menos que alguien le ponga fin y les enseñe lo que es correcto.

Roger no sentía una enfermedad de ningún tipo.Solo una inmensa duda.

Muy temprano en la mañana después de ese día, Roger despertó con unos
suaves labios sobre los suyos, esa simple acción haciéndolo sobresaltarse, apretando las sabanas en sus manos antes de saber que estaba pasando.

Cuando abrió los ojos, vio a Dominique sonriendo, su aliento mentolado sobre su rostro.
-Tengo que irme. Aún es muy temprano así que vuelve a dormir. Te hice el desayuno, está en la cocina- dijo Dominique y Roger asintió débilmente, para después recibir un rápido beso en los labios.

Sus labios contra los de Dominique fueron lo que le recordó lo que estaba bien y lo que estaba mal. Esto, esto era lo que estaba bien. Era su virtud, a lo que debía obedecer si tuviera un poco de moral, así que se levantó en un movimiento casi doloroso y besó a Dominique un poco más firme, asegurándose de que sintiera todo.

Dominique sonrió sobre sus labios y se alejó después de unos momentos, sonrojada.

-Voy a extrañarte- le dijo.

-Voy a extrañarte también. Llámame- Roger le respondió y Dominique asintió.

-Por supuesto que lo hare, te amo- le dijo ella, besando su mejilla.

-Te amo también. Déjame llevarte hasta la puerta.-Roger dijo y Dominique
sacudió la cabeza.

-Oh, no, hace mucho frio allá afuera, no quiero que te enfermes- Dominique le respondió y Roger se levantó de la cama.

-No te preocupes por mí, Domi- Roger dijo sonriendo, apartando unos mechones de cabello de su rostro. -Espero que aproveches estos días para pensar en ti misma-

-Espero que aproveches estos días para encontrar tus propios intereses- le respondió ella, riendo.
-No creo que te guste que lo haga-
Roger tomó un abrigo y se lo puso rápidamente antes de cargar la maleta de Dominique y salir de su habitación. Ella caminó tras él

-No tienes que--
-Domi, ¿no crees que te preocupas demasiado? Soy tu esposo, tengo que cuidar de ti.-Roger dijo suavemente y Dominique asintió, mirando al piso.

Roger besó su frente y después abrió la puerta para salir.

Hacía frio afuera, el cielo aun estaba oscuro. Un coche estaba esperando afuera de su casa con las luces encendidas. Era plateado, brillante, con el techo perfectamente cuadrado.

Roger vió a Chrissie sentada en el asiento del conductor -Bueno, Chrissie me dijo que va a conducir hasta allá, supongo que está bien- dijo y Roger gruñó.

Bajó las escaleras de su casa hasta la calle, detrás del coche del que Chrissie salió, viendo a Dominique y dándole un abrazo mientras Roger abría el maletero del coche.

-Déjame ayudarte- dijo una voz y Roger levantó la vista sorprendido de ver a Brian con su cabello rizado cayendo por su frente hasta sus ojos.

Roger cargó las maletas y el mismo las puso dentro del coche, cerrándolo
después. -No necesito tu ayuda, muchas gracias- dijo con rudeza antes de darse la vuelta.

SOMEBODY TO LOVE [Maylor] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora