Decreto de Enseñanza N°24

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Desde que había comenzado el curso, Bella notó que Harry no había estado tan contento como aquel fin de semana. Harry y Ron pasaron gran parte del domingo poniendo al día los deberes y, Bella, por su lado, ya los había adelantado junto a Hermione.

La Gryffindor decidió ir a caminar por los pasillos del colegio junto con Nehyban, que estaba más contento que nunca.

—Entonces serás mi profesora —comentó divertido, mientras se detenían delante de uno de los balcones de los pasillos, que tenían una hermosa vista hacia el bosque prohibido y el lago. Ellos estaban justo a la mitad del pasillo—; qué irónico.

Ambos rieron mientras posaban sus antebrazos en los ambos barandales de piedra.

—Oye, Neh... —Bella se detuvo, mirando de un lado al otro a ver si nadie la había oído. La verdad es que nadie los estaba escuchando, ni siquiera viendo, pues el largo pasillo estaba desolado—. Digo, Leo... eh... ¿cuál fue tu casa en Hogwarts? —preguntó, volviendo a la posición de antes.

—Pues... —Nehyban movió su insignia de Ravenclaw, haciéndole entender que ésa había sido su casa—. Soy muy inteligente, qué te puedo decir —dijo, volviendo a recargar los antebrazos en el ancho barandal de piedra.

—Oye, ¿y qué tal fue tu época de estudiante?

—Pues no me quejo —dijo, comenzando a sonreír como si se hubiese recordado de algo muy divertido—: los profesores me amaban, tuve notas altas, castigos cada fin de semana, sí, era muy inquieto; no fui prefecto, pero tampoco me hizo falta —dio un largo suspiro.

—Uhm... —dijo Bella, asintiendo vacilante—. Eh... Leo... sé que esto te sonará raro y, quizá, hasta impertinente de mi parte, pero es que tengo curiosidad de saber... ¿cuál es la relación que llevan tu padre y tú?

Nehyban, que parecía que le fuese echado un balde de agua helada, dejó de sonreír de inmediato. Bella, que lo miró de reojo, se sintió apenada.

—Lo siento —dijo mirando hacia el frente mientras los arboles bailaban de un lado al otro por la fresca brisa de otoño—. Perdón si te incomodé, lo lamento tanto...

—No, está bien —dijo, volviendo a sonreír—, es normal que tengas curiosidad después de verme hablar así de él. La verdad es que entre él y yo no existe lo que se podría llamar "relación" —dijo un suspiro pesado—. Debo comenzar con decir que Norwer McCool, mi padre biológico, es un hijo de puta —dijo, sonriendo con la sonrisa que lo caracterizaba—. Él abusó de mi madre Andrómeda...

—Espera, ¿abusó? —dijo Bella, sin entender.

—Sí... el muy maldito la violó —Nehyban, que miró el rostro confundido de Bella, preguntó:— ¿Sabes lo que es?

La rubia negó varias veces con la cabeza.

—Bien. Es tomar a la fuerza a alguien... Consiste en tener relaciones con una persona sin su consentimiento o con un consentimiento obtenido mediante la violencia o la amenaza —dijo con cierto incomodo—. ¿Me entiendes ahora?

Bella, que era muy inteligente, no había entendido absolutamente nada, puesto a que era lo bastante inocente como para comprenderlo. La pobre no sabía que ella estuvo a punto de pasar por esa misma situación hacía unos años atrás: solo sabía que ese acto le pareció repulsivo y asqueroso, no sabía cómo se le catalogaba.

La rubia asintió con la cabeza, tratando de verse muy segura.

—Bueno —continuó Nehyban—. La cosa es que abusó de mi madre con el fin de dejarla embaraza. McCool quería que su apellido se extendiese, se casó con una bruja que no le pudo dar hijos y, por eso, hizo lo que hizo. No solo a mi madre, sino que les hizo lo mismo a otras mujeres. Mi padre, Ted, que fue el que se encargó de cuidarme como si fuese mi verdadero padre, estaba furioso, pero no pudo encontrar a McCool después de lo que pasó. Unos meses más tarde, mi madre me dio a luz... y me quiso, me quiso a pesar de no haber sido deseado, mi padre Ted iba a darme su apellido, pues no iba a dejarme en la calle, pero en el momento que iba a hacerlo McCool apareció y amenazó con matarme a mí y a mi madre si no me colocaban su apellido. Ted, que amaba tanto a mi madre, no iba a dejar que eso pasara y, mi madre, que dice que se enamoró de mí en cuanto me vio, y no la culpo —dijo, excéntricamente, volviendo a sonreír haciendo que Bella también sonriera—; no dejaría que me lastimara, además, Tonks ya estaba ilusionada con el hecho de tener un hermanito, de ser la hermana mayor y poder jugar, ¿sabías que me contaba como cinco chistes al día, mientras estaba en la barriga de mi mamá para que me riera? —Ambos se volvieron a reír por lo bajo—. Bueno, la cosa es que me pusieron McCool legalmente y él padre del año se largó. Pasaron los años y cuando me contaron todo tuve un solo propósito, el cual era matarlo yo mismo..., solo que mi querida y dulce hermanita se me adelantó.

Bella Price y La Orden del Fénix©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora