Al día siguiente, Bella fue la primera que despertó en el dormitorio. Ya era sábado y ella lo agradecía. Se levantó y comenzó a vestirse. Llevó su mochila con ella, para bajar a la sala común y comenzar con sus tareas pendientes. Cuando llegó miró a su alrededor y se percató que los gorros para los elfos ya no estaban. Mientras se preguntaba cuántos elfos ya habían conseguido la libertad, tanto si la quería o no, Bella se fue a sentar y destapó su tintero, mojó la pluma en él. Escribió cuanto pudo. Y, de vez en cuando, sus ojos se iban solos hacia la cicatriz en su mano, haciéndose preguntar a Bella, ¿qué diría, o que haría su tía si la viese? No le dio más vueltas y siguió con los deberes.
Después de una hora o quizás dos, la luz del sol ya invadía la sala común y, por ende, ya se comenzaba a escuchar los pasos que descendías por las escaleras que iban hacia los dormitorios. Pasó toda la mañana escribiendo y leyendo, para en la tarde poder ir normalmente a la práctica de quidditch.
Cuando ya había terminado unas horas más tarde, vio que Harry bajaba solo por la escalera. Él la saludó y pidió que lo acompañara a la Lechucería para enviarle una carta a Sirius. Ella accedió, pero primero dejó su mochila de nuevo en la habitación. Estando ya en la lechucería, Harry buscó a Hedwig con la mirada, cuando la halló, le hizo llevar la nota. Después, ambos miraban por la ventana, disfrutando del fresco aire que les azotaba en la cara. Y, entonces, lo distinguieron.
Un enorme caballo alado con aspecto de réptil, igual que los que habían visto tirando de los carruajes de Hogwarts, despegó unas curtidas y negras alas, y se irguió entre los arboles como un gigantesco pájaro, para después desaparecer entre éstos mismos.
—Yo sí creo que Luna los vea —dijo Bella.
—Yo... no sé —fue lo único que dijo Harry.
La puerta de la lechucería se abrió y dejó ver a Cho entrar con una carta y un paquete en las manos.
—Hola —dijo Harry automáticamente.
Bella agitó la mano en forma de saludo, tratando de ser convincente en el hecho de que no parecieses que se sentía incómoda.
—Ah..., hola —respondió Cho con voz entrecortada—. No pensé que habría alguien aquí tan temprano. Hace cinco minutos me acorde que hoy es el cumpleaños de mi madre.
—Comprendo.
—Hace un día hermoso, ¿no creen?
Bella solo miró por la ventana. Evitando mirarlos a ambos. Sabía que a Harry le gustaba Cho, y era incómodo estar allí con ellos dos.
—Yo tengo que terminar de hacer algo, adiós a ambos —dijo Bella con una linda sonrisa fingida.
Salió de allí y caminó por los pasillos de Hogwarts. Estaban algo desiertos, igual a como se sentía Bella en ese momento.
—¿Te encuentras bien? —dijo una voz de repente.
Bella se detuvo y vio a Malfoy, acompañado de otro Slytherin que no era y Crabbe ni Goyle. Él miraba a Bella en silencio mientras Draco trataba de entablar una conversación con ella.
—Sí, no te preocupes, Draco —respondió Bella ladeando con la cabeza—. Es que he estado algo... olvídalo.
—Bueno, que tengas bonito día, aunque la pases con tus aburridos amigos —le guiñó un ojo y se fue.
Su acompañante no se movió, miraba a Bella de pies a cabeza, con un rostro serio. ¿Por qué la veía así? Eso inquietó a Bella de pronto.
—¿Se te perdió algo? —dijo otra voz.
Ese alguien se puso frente a Bella, mirando al Slytherin fijamente. Él solo negó con la cabeza y se fue a alcanzar a Malfoy, que ya había cruzado el pasillo. El chico se volteó y Bella supo que era un Ravenclaw. Uno que no había visto jamás, por cierto.
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Bella Price y La Orden del Fénix©
Hayran KurguLas vacaciones de verano en la mansión Price todavía no han acabado y Bella se encuentra más inquieta que nunca. Apenas ha tenido noticias de Harry Potter (de quien está enamorada desde hacía cinco años y quien es su mejor amigo), Ron Weasley y Herm...