El León y La Serpiente

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Durante las dos semanas siguientes, Bella tuvo la impresión de que llevaba una especie de talismán dentro del pecho, un secreto íntimo que la ayudaba a soportar las clases de Umbridge y que incluso le permitía sonreír de manera insulsa cuando la miraba a los espantosos y saltones ojos. Bella y el ED le oponían resistencia delante de sus propias narices, practicando precisamente lo que más temían ella y el Ministerio, y durante sus clases, cuando se suponía que Bella estaba leyendo el libro de Wilbert Slinkhard —que ya lo había leído con anterioridad—, lo que hacía en realidad era recordar los momentos más satisfactorios de las últimas reuniones del ED: Neville había conseguido desarmar a Hermione; Colin Creevey había realizado a la perfección el embrujo paralizante; Nehyban fingió asombro cuando desarmó sin dificultad a Harry; después de tres sesiones de duros esfuerzos, Parvati había hecho una maldición reductora tan potente que había convertido en polvo la mesa de los chivatoscopios...

Resultaba casi imposible escoger una noche a la semana para las reuniones del ED, porque tenían que adaptarse a los horarios de entrenamientos de tres equipos de quidditch, que muchas veces se modificaban debido a las adversas condiciones climáticas. Pero eso no preocupaba a Bella: tenía la sensación de que, seguramente, era mejor que sus reuniones no tuvieran un horario fijo. Si alguien estaba observándolos, iba a costarle mucho descubrir un sistema predeterminado.

Bella y Hermione no tardaron en idear un método muy ingenioso para comunicar la fecha y la hora de la siguiente reunión a los miembros del ED por si había que cambiarlas en el último momento, porque habría resultado sospechoso que los estudiantes de diferentes casas cruzaran el Gran Comedor para hablar entre ellos demasiado a menudo. Entregaron a cada uno de los miembros del ED un galeón falso (Ron se emocionó mucho cuando vio por primera vez el cesto, convencido de que estaba regalando oro de verdad).

—¿Ven los números que hay alrededor del borde de las monedas? —dijo Hermione mostrándoles una para que la examinaran al final de su cuarta reunión. La moneda, gruesa y amarilla, reflejaba la luz de las antorchas—. En los galeones auténticos no son más que un número de serie que se refiere al duende que acuñó la moneda.

—En estas monedas falsas, sin embargo —explicó Bella, mostrando también una moneda—, los números cambiarán para indicar la fecha y la hora de la siguiente reunión. Las monedas se calentarán cuando cambie la fecha, de modo que si las llevan en un bolsillo lo notaran.

—Tomaremos una cada uno —prosiguió Hermione—, y cuando Bella y Harry decidan la fecha de la siguiente reunión, ellos modificarán los números de sus monedas, y los de las demás también cambiarán para imitar los de la de Harry y Bella porque nosotras —se señaló a ella misma y a Bella— les hemos hecho un encantamiento proteico —Las palabras de Hermione fueron recibidas con un silencio sepulcral. Ella observó a sus compañeros, que la miraban desconcertados a ella y a Bella

—No sé, nos pareció buena idea —balbuceó, mirando a Hermione pidiendo auxilio—. Porque, aunque Umbridge nos ordenara vaciar nuestros bolsillos, no hay nada sospechoso en llevar un galeón, ¿no?

—Pero..., bueno —repuso Hermione, igual de incómoda que Bella—, si no quieren utilizarlas...

—¿Saben hacer un encantamiento proteico? —le preguntó Terry Boot.

Ambas asintieron.

—Pero si eso..., eso corresponde al nivel de ÉXTASIS —comentó con un hilo de voz.

Bella se ruborizó y, disimuladamente, miró hacia otro lado.

—Ya —repuso Hermione intentando parecer modesta—. Ya..., bueno..., sí, supongo que sí.

—¿Por qué no las pusieron en Ravenclaw? —inquirió Ron mirando a las chicas maravillado—. ¡Con el cerebro que tienen!...

—Verás, el Sombrero Seleccionador estuvo a punto de mandarme a Ravenclaw —contestó Hermione alegremente—, pero al final se decidió por Gryffindor.

Bella Price y La Orden del Fénix©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora