El Departamento de Misterios

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Bella enredó fuertemente la mano en la crin del thestral que tenía más cerca, puso un pie sobre un tocón y se subió con torpeza al sedoso lomo del animal. El thestral no se resistió, pero torció la cabeza hacia un lado, mostrando los colmillos, e intentó seguir lamiendo la túnica de Bella.

Ésta encontró la manera de apoyar las rodillas detrás de las articulaciones de las alas, con lo que se sentía más segura; luego se volvió y miró a sus compañeros. Neville se había subido al lomo de otro thestral e intentaba pasarle una pierna por encima. Nehyban y Luna ya se habían montado en el suyo, y se estaban arreglándose las túnicas como si hicieran aquello a diario. Ron, Hermione y Ginny, en cambio, seguían de pie y sin moverse, boquiabiertos y mirando a los demás.

—¿Qué pasa? —preguntó Bella.

—¿Cómo quieres que los montemos? —dijo Ron con voz queda—. Si nosotros no podemos ver a esos bichos...

—¡Ah, es muy fácil! —comentó Luna; se bajó solícitamente de su thestral y fue hacia donde estaban Ron, Hermione y Ginny—. Vengan aquí...

Los guió hacia donde se hallaban los otros thestrals y, uno a uno, los fue ayudando a montar. Los tres parecían muy nerviosos mientras Luna les enredaba una mano en la crin del animal y les decía que se sujetaran con fuerza; luego Luna volvió a montar en su corcel.

—Esto es una locura —murmuró Ron palpando con la mano que tenía libre el cuello de su caballo—. Es una locura... Si al menos pudiera verlo...

—Asesina a alguien y asunto arreglado —le dijo Nehyban, encogiéndose de hombros.

—Yo en tu lugar no me quejaría de que siga siendo invisible —dijo Harry siniestramente—¿Están preparados? —Todos asintieron, y Bella vio cinco pares de rodillas apretándose bajo las túnicas.

—A ver... —dijo Bella, mirando la parte de atrás de la reluciente y negra cabeza de su thestral y tragó saliva—. Bueno, entonces... Ministerio de la Magia, entrada para visitantes, Londres —indicó, vacilante—. No sé si... sabrás...

Al principio el thestral de Bella no se movió, pero poco después desplegó las alas con un contundente movimiento que casi derribó a la chica; el caballo se agachó un poco e inmediatamente salió disparado hacia arriba; subía tan deprisa y de forma tan vertical que Bella tuvo que sujetarse con brazos y piernas a su cuerpo para no resbalar hacia atrás por la huesuda grupa. Cerró los ojos y pegó la cara a la sedosa crin del thestral, y ambos subieron volando entre las ramas más altas de los árboles y se elevaron hacia una puesta de sol de color rojo sangre.

Bella no recordaba haber volado jamás a tanta velocidad; el animal pasó como una centella por encima del castillo, batiendo apenas las grandes alas; el fresco viento azotaba el rostro de Bella que, con los ojos entrecerrados, miró hacia atrás y vio a sus seis compañeros volando tras ella. Todos iban pegados cuanto podían al cuello de sus monturas para protegerse de la estela que dejaba el thestral de Bella.

Dejaron atrás los terrenos de Hogwarts y sobrevolaron Hogsmeade; Bella veía montañas y valles a sus pies. Como estaba oscureciendo, distinguió también pequeños grupos de luces de otros pueblos, y luego una sinuosa carretera que discurría entre colinas y por la que circulaba un solo coche...

—¡Qué cosa tan rara! —oyó que Ron decía tras ella, y trató de imaginar lo que debía de sentirse al volar a semejante altura y a tal velocidad en un medio de transporte invisible.

Se puso el sol, y el cielo, salpicado de diminutas estrellas plateadas, se tiñó de color morado; al poco rato las luces de las ciudades de muggles eran lo único que les daba una idea de lo lejos que estaban del suelo y de lo rápido que se desplazaban. Bella rodeaba fuertemente el cuello de su thestral con ambos brazos. Le habría gustado ir aún más deprisa. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que vio a su padrino tumbado en el suelo del Departamento de Misterios? ¿Y cuánto tiempo podría seguir aguantando su padrino las torturas de Voldemort? Lo único de lo que Bella estaba segura era de que Sirius no había hecho lo que Voldemort quería que hiciera, y de que no había muerto, porque estaba convencida de que cualquiera de esos dos desenlaces habría conseguido que sintiera el júbilo o la furia de Voldemort correr por su cuerpo, y habría hecho que la cicatriz le doliera tanto como le había dolido la noche en que fue atacado el señor Weasley.

Bella Price y La Orden del Fénix©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora