Oclumancia

864 87 15
                                    

Resultó que Kreacher estaba escondido en el desván. Sirius dijo que Minorka lo había encontrado allí, cubierto de polvo, sin duda buscando más reliquias de la familia Black para llevarse a su armario. Pese a que Sirius parecía satisfecho con aquella historia, a Bella le produjo desasosiego y Minorka no le creyó nada. Tras su reaparición, Kreacher parecía de mejor humor; sus amargas murmuraciones habían cesado un tanto, y cumplía las órdenes que le daban con más docilidad de lo habitual, aunque en un par de ocasiones Bella sorprendió al elfo doméstico observándola con ansiedad, pero éste desvió rápidamente la mirada al ver que Bella lo había pillado.

Ella no le comentó sus imprecisas sospechas a su tía o a su padrino, cuya jovialidad se estaba evaporando deprisa porque ya habían acabado las Navidades. A medida que se acercaba la fecha del regreso de Harry y Bella a Hogwarts, Sirius cada vez se mostraba más propenso a lo que la señora Weasley llamaba «ataques de melancolía», durante los cuales se ponía taciturno y gruñón, y muchas veces se retiraba al cuarto de Buckbeak con Minorka, donde pasaban horas enteras. Su malhumor se extendía por la casa y se filtraba por debajo de las puertas como un gas tóxico, de modo que los demás se contagiaban de él.

Bella ni Harry querían dejar otra vez a su padrino con la única compañía de Kreacher; de hecho, por primera vez en la vida, no les apetecía regresar a Hogwarts. Volver al colegio significaría colocarse una vez más bajo la tiranía de Dolores Umbridge, que sin duda se las habría ingeniado para que aprobaran otra docena de decretos durante su ausencia; Bella tendría la mira puesta en los partidos de quidditch porque ahora tenía que ser Buscadora; además, con toda probabilidad, ella los iba a cargar de deberes ahora que se acercaban los exámenes; y Dumbledore estaba más distante que nunca. Bella creía que, de no ser por el ED, habría suplicado a Sirius que la dejara quedarse en Grimmauld Place y abandonar los estudios.

Entonces, el último día de las vacaciones, pasó una cosa que hizo que Bella sintiera verdadero terror de regresar al colegio.

—Bella, Harry —dijo la señora Weasley asomando la cabeza por la puerta del dormitorio que compartían Harry, ella y Ron, donde ambos muchachos estaban jugando al ajedrez mágico, mientras Bella, Hermione, Ginny y Crookshanks los observaban—, ¿pueden bajar un momento a la cocina? El profesor Snape quiere hablar con ustedes.

Harry tardó un momento en asimilar lo que la señora Weasley acababa de decir; una de sus torres había iniciado una violenta pelea con un peón de Ron, y él la azuzaba con entusiasmo. Bella, no tan desconcertada como Harry, se mordió el labio al escuchar eso.

—Machácalo, ¡machácalo! ¡Sólo es un peón, idiota! Lo siento, señora Weasley, ¿qué decía?

—El profesor Snape, niños. Los espera a ambos en la cocina. Quiere hablar con ustedes.

Harry abrió la boca, horrorizado, y miró a Ron, a Hermione, a Ginny y a Bella. Crookshanks, al que Hermione llevaba un cuarto de hora conteniendo con dificultad, saltó por fin sobre el tablero, y las fichas corrieron a ponerse a cubierto gritando como locas.

—Bajen, corran, dice que tiene prisa.

—¿De qué querrá hablar con ustedes? —le preguntó Ron, acobardado, cuando su madre salió de la habitación—. No han hecho nada, ¿verdad?

—¡Claro que no! —exclamó Harry, indignado. Bella exprimió el cerebro pensando qué podía habían hecho para que el profesor Snape fuera a buscarlos a Grimmauld Place. ¿Habrían sacado una T en sus últimos deberes?

Un par de minutos más tarde, Bella abrió la puerta de la cocina y encontró a Minorka, a Sirius y al profesor Snape sentados a la larga mesa, cada uno con la vista fija en una dirección diferente. El silencio que reinaba en la habitación delataba la antipatía que sentían. Sirius tenía una carta abierta delante, sobre la mesa.

Bella Price y La Orden del Fénix©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora