Capitulo 5.

1.4K 99 16
                                    

Hola, chicas y chicos, si es que hay, aunque lo dudo. He decidido adelantar la actualización del capítulo. Gracias a todas las que me entendieron de que tardaría un poco en subir, por la noticia anterior. Perdón si no conteste a muchas personas por los comentarios, pero de nuevo Gracias.

Por favor, pasen a ver mis nuevas novelas: “Más Que un sueño. (One Direction)” y “Unpredictable. (N.H.)” si tienen muchos votitos, haré maratón aquí. Las amo. Bye.

Narra Martina:

Como pude susurrarle mientras la pasaba de largo: “Te amo, perdóname.” Era una cobarde.

<<Sí que lo eres>>

Genial, ahora me estaba volviendo loca. Me acerque al espejo que se encontraba en el hotel donde me hospedaría.

-No me estoy volviendo loca, simplemente es estrés. – Escucho la puerta de mi habitación abrirse.

-¿Estas bien? – Pregunta cerrando la puerta después de haber entrado. – Escuche tu voz y pensé que había alguien más aquí.

Ojala pudiera estar sola.

-Yo, solo estoy algo cansada. – Trate de sonreír, pero era inútil.

La cara de Martinita rondaba mis pensamientos. Me llamó Mamá.

-Deberías dormir. – Me sugiere.

-Creo que es lo más conveniente. – Mire a Diego fijamente esperando a que se fuera de mi habitación.

Así es, no quería estar con él. No podía estar más con el sabiendo que a quien en realidad amaba era a Jorge.

-¿Por qué te me quedad mirando? – Trató de acercarse a mí pero lo esquive.

-Yo… Yo solo quiero descansar. – Abrí la puerta de la habitación y le indique que tenía que irse.

El rápidamente supo que algo andaba mal, pero decidió ignorarlo. El ambiente estaba tenso e incómodo.

-Sabes que siempre estaré aquí para ti, ¿verdad? – Se fue sin decir nada más.

-Lo sé. – susurré y me dirigí a tomar una larga y relajante ducha.

Después de unos 20 minutos de haberme quedado bajo el agua caliente, pensando en todas las cosas que pasaron hoy salí del baño y me cambie con algo ligero para dormir. Me puse desodorante y seque mi cabello para luego trenzarlo.

Acomode mi cama y me metí entre las sabanas. Para caer en un profundo sueño.

Estaba en una calle fría y solitaria. Escuchaba los gritos de unos niños, y una gran discusión.

-Hola, Martina. – me gire a ver de dónde provenía esa voz.

-Antonia. – dije con claro odio en mi voz. - ¿Qué  haces aquí?

-Vine a ver tu propia destrucción. – sonrió con malicia.

-¿De que estas hablando? – pregunte sin entender

-De lo que tú misma causaste. – señalo a una casa, pero no era cualquiera. Era la casa de Jorge. – Solo en ciertos casos tuve que darte unos pequeños empujoncitos para que todo resultara como lo tenía planeado.

Yo solo seguí mirando en dirección a la casa del hombre que amo.

-Pobre de tu hermana. Terminó enamorándose de la misma persona que tú. – sentí su mano en mi hombro y me dirigió a la casa.

-¿Hermana? – estaba más que confundida. – Yo no tengo hermanas.

-Es lo que tus padres te hicieron creer. – me llevó más rápido a la casa, hasta el punto que nos encontrábamos frente a la puerta de la misma.

Al ver mi mano derecha, se encontraba un arma. Por el peso sabía que estaba cargada y no tenía seguro. Trate de tirarla pero era imposible.

Antonia abrió la puerta y pude ver  a una mujer idéntica a mí, pero a la vez tan diferente. Ella se encontraba tomándole la mano a Jorge, estaba asustada. Los niños se encontraban viéndome con temor, pero a la vez con odio.

-Dispara. – demandó Antonia.

-¿Qué? – pregunte incrédula.

-¡Dispara! – Gritó la mujer a mi lado.

No podía impedirlo, el arma apuntó primero a Jorge.

-¡Dispara! – volvió a gritar Antonia y cerré los ojos tratando de no ver lo que vendría después.

El sonido de un disparo se escuchó.

-¡No! – me levante sudando. Esto no podía pasar.

Me levante de la cama rápidamente y me vestí con un pants azul, una playera negra y unos tenia negros.

Tenía que ir a verlos. Tenía que saber quién era esa mujer que tanto se parcia a mí.

Salí rápidamente de mi habitación del hotel, pero claro, tome lo que necesitaba: mi arma, y una bolsa con muchas cosas más.

Subí a mi auto y maneje sin ninguna precaución. Tarde menos de 15 minutos en llegar a la casa de Jorge y sentía que alguien me seguía, pero no le tome importancia. Baje del auto y literalmente corrí a la casa de Jorge y mis hijos para poder hablar con ellos. Cuando iba a tocar la perta, alguien detuvo mi mano.

-¿Estás loca? – me susurró diego. Yo no podía hablar. – Vámonos de aquí.

Y me llevó lejos de ahí, quitándome la oportunidad de poder hablar con ellos.

Peligro Infernal®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora