Prefacio

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Escuché mis propios pasos resonar en los charcos de lodo, el corazón me palpitaba en los oídos y las ganas de vomitar subieron por mi garganta mientras corría lo más rápido posible. La lluvia no se detenía y empapaba mi cuerpo haciendo que mis dientes se golpearan entre sí, provocando un sonido desesperante por el frío.

No había muchas personas que sortear en la calle, ¿Quién salía a las dos de la mañana de casa? Solo yo y los matones que me perseguían. Quería pasear y despejar mi mente o huir, sabía que debía hacerle caso cuando me pidió que no lo hiciera, pero no sabía que él estaba al tanto de todo lo que iba a pasar.

La lluvia empezó a caer una hora atrás, justo después de que comencé la mataron en la callejuela oscura que se encontraba antes de llegar a “casa” nada de ese lugar me hacía sentir bien, quería escapar en cuanto llegué y lo hice unas horas más tarde, ahora estaba en problemas y no había nadie que me pudiera ayudar.

Me detuve atrás de un auto negro que se camuflaba perfecto con mi sudadera del mismo color, intenté retomar el curso natural de mi pulso que corría como caballos desbocados en mi pecho. Observé mis conversé que estaban totalmente arruinados por la lluvia, todo para concentrarme en algo más y quizás, solo quizás no enloquecer, no quería pensar en la locura que se había convertido mi vida.

Todo lo que estaba pasándome era totalmente increíble, nunca creí que algo como la mafia me afectaría de algún modo, pero por lo visto me equivoqué monumentalmente.

Mis manos temblaron incontrolablemente cuando escuché los pasos de mis perseguidores. Me agaché intentando no hacer ningún tipo de sonido, el rugido de la lluvia al fin me ayudaba en algo y era en ocultar cualquier ruido que pudiera delatarme y dejarles saber dónde estaba. Las lágrimas no tardaron en resbalarse por mis mejillas mezclándose con las gotas de lluvia que empapaban mi rostro, últimamente lo hacía muy seguido, llorar. Antes era tan feliz, mi vida era tan tranquila.

Todos dicen que enamorarse es algo hermoso que te llena de buenos sentimientos... Pero nadie dijo que enamorarme de ese chico podía llevarme a este momento de mi vida, donde estaba arrinconada por tres matones.

Deseaba olvidar todo, olvidar a quien pertenecía el estúpido nombre, olvidar su hermoso y estúpido rostro, maldecía el momento en que el idiota entró a mi instituto y cambio completamente mi vida.

—Rosse... Sabemos que estás allí, sal y nada ocurrirá. Lo prometo… —dijo pacientemente uno de los hombres de Lombardo.

Las promesas vacías de unos matones que me mantenían presa en esa casa me parecían ridículas y estuve por dejar salir una risa loca y nerviosa.

Me habían llevado lejos de todo lo que conocía, de mi hogar, de mis amigos y me obligaron a entrar a una casa y llamar a todos, familia, a un hombre que jamás conocí padre y a un idiota que se hizo pasar por mi amigo, hermano. Sabía realmente que esos hombres no me harían daño, se supone que debían cuidar que no escapara o dañara a alguien de la «familia», pero no quería dañarlos a ellos, quería dañarme a mí. Esa no era mi vida, él no era mi padre.

—Yo la llevo a casa.

Esa voz, grave y melodiosa, hizo que mi piel se erizara, no quería tener esa reacción por él, no quería verlo, lo quería lejos… Y a la vez cerca.

Sus pasos resonaron cada vez más cerca, aquí vestía diferente, pantalones de un traje hecho a la medida, fue lo primero que vi, su voz resonó en mis oídos nuevamente con las palabras que acababa de decir «yo la llevo a casa» ojalá fuera cierto.

Extendió su mano, en su rostro tenía dibujada una dulce sonrisa que me había dado antes apenas una sola vez, sus sonrisas dulces pueden no ser las más comunes, en cambio, estaban esas que hacían crecer un fuego en mi vientre. Era tentador tomarla y sentir su cálido toque en mi piel, pero no le daría el gusto de saber que me tenía.

Estaba atrapada por él, como un gato que atrapa a su presa y juega con ella hasta matarla, para ser sincera, creo que era lo que él quería, me había empujado a buscar respuestas a preguntas que nunca había hecho y gracias a ello termine descubriendo lo que no quería saber.

Aparté su mano lejos de mí y me levanté por mi cuenta, me sentía como una prisionera y él mi carcelero.

—No tienes que hacer esto más difícil de lo que es, Az... Rosse —Se llevó una mano al rostro mientras me empujaba imperceptiblemente la espalda hacia adelante.

Observé hacia arriba, el manto negro se había cubierto de estrellas y las nubes que habían estado apenas hace unos minutos se habían ido despejando la hermosa vista, como si el cielo supiera que era él quien me había ido a buscar. Suspiré y mantuve mi boca cerrada, me había prometido no hablar con nadie de esa casa.

—No creo que lo entiendas, pero si no haces lo que te dicen terminarás muerta, esto no es un juego Az, no lo hice yo, pero ella quiere que alguien ponga sus manos sobre ti y le lleven tu corazón en bandeja de plata.

Me reí por lo ridículo que sonaba.

—Esto no es un cuento de hadas y ella no es la madrastra malvada que quiere asesinarme por ser más hermosa que ella —susurré.

Sus pestañas bajaron hasta acariciar sus mejillas, el gesto que hizo cuando cerró los ojos duró apenas un par de segundos, pero lo vi, estaba nervioso.

—Tienes razón, este no es un cuento de hadas, y ella es mucho peor que la madrastra malvada, siento haberte metido en esto. —Se detuvo—. Pero no hay vuelta atrás.

Abrió las grandes rejas del portón negro y una vez más tenía que enfrentar mi destino.

Ojalá jamás hubiese descubierto quién es Rosse.

¿Quién es Rosse?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora