Capítulo 3- Un plan descabellado

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Las pesadillas me oprimian el pecho mientras daba vueltas en mi cama. Aunque no sucedió nada con el hombre de la biblioteca pude sentirme amenazada, lo más amenazada que me había sentido en toda mi vida. Le conté a mi madre y ella le dijo a mi padre, me prohibieron ir a otro lado que no sea la escuela.

Observé el techo de mi habitación mientras afuera la ventisca provocaba que las ramas del gran árbol junto a mi ventana, golpearan una y otra vez el vidrio. Pero, entre tanto escándalo de la naturaleza, pude escuchar voces venir desde abajo.

La reconocible voz de mi madre se alzó un poco por sobre la de mi padre, solía suceder cuando discutían, algo que no hacian muy amenudo.

Me bajé de la cama y coloqué mis pantuflas de gato, caminé e intenté hacer el mayor silencio que pude para no ser descubierta espiando su discusión. Desde el inicio de la escalera pude observar como mi madre estaba en la cocina frente a mi padre quien tenia en su frente dibujada una línea de preocupación.

—No lo sé, Aida, no creo que debamos decirle nada aún, es muy pronto —pronunció las palabras mientras servía una taza de café.

—¿Y si es una señal de que ya vienen por ella? ¿Y si está en peligro? No lo sé, esto es muy complicado.

Mi madre se llevó las manos al rostro con preocupación. ¿Qué es lo que hablan? ¿Quién estaba en peligro?

Un estruendo hizo que mi cuerpo saltara inconscientemente, tiré la vista hacia atrás y pude ver una rama del árbol entrando por la ventana rota de mi habitación. Mis padres dejaron de discutir y subieron a ver si estaba bien y claramente a ver cuan asustada estaba por el ruido, se suponía debía estar durmiendo, así que corrí lo más rápido y silencioso que pude hasta llegar a mi habitación.

Cerré la puerta con cuidado y puse el pestillo, nunca dormía con la puerta abierta, una vez comprendí que si la dejaba sin seguridad, mis hermanos me harían bromas sin importar si mi madre los regañaba o castigaba, así que llegamos a un acuerdo, siempre la puerta cerrada mientras dormía.

Cuando escuché su toquedo la abrí inmediatamente, no era extraño que me notará alarmada por el sonido fuerte de la rama cayendo, si hubiese estado dormida me hubiera muerto del susto.

—¿Estás bien? —Mamá me abrazó con el corazón que casi se le salía del pecho y papá se le unió.

—Estoy bien, solo fue un susto, la rama cayó, pero al piso, tranquilos...

Mi madre me guió a la cama, haciendo que me acostara, me arropó.

—¿Recuerdas que cuando eras pequeña, en las tormentas así te ibas a acurrucar con nosotros en la cama? —Asenti con la cabeza y sonrió levemente—. ¿Cuando creciste tanto?

Su voz sonó anhelante y realmente no creía que la pregunta haya sido dicha para obtener una respuesta. Sus ojos se llenaron de lágrimas que por un momento creí que iba a derramar, pero se recompuso y me observó nuevamente.

—Es hora de dormir, si quieres siempre podemos mandar a tu padre al sofá y dormirás conmigo.

Cuando estuvo por irse recordé que no tuve chance de hablar con ella sobre el proyecto más temprano, así que teniéndola aquí, solo para mí, la tomé por el brazo y ella se detuvo.

—Ma'h... No me gusta molestarte con el tema de este proyecto, pero... ¿Esas son todas mis fotos de niña? Son pocas, además me gustaría ver mi acta de nacimiento, el profesor dijo que podría iniciar con ella.

Mamá intentó mantenerse apacible, pero observé como luchaba por buscar las palabras correctas. Al final terminó asintiendo y despidiéndose con un beso de buenas noches.

¿Quién es Rosse?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora