𝓽𝓸 𝓽𝓱𝓮

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Y los días siguientes eran un suplicio.

Intentaba no mirar, intentaba fijarse en alguna otra cosa, intentaba cerrar los ojos y nada de eso funcionaba.

Adonde sea que mirase mientras caminaba por allí, sus ojos lo seguían desde la oscuridad.

¿Cómo lo sabe? Por puro morbo, y solo movido por el morbo, el segundo día intento ver que había dentro de la cuneta. Desde lejos, es más, hasta se había llevado esas horrendas gafas marrones que tanto lo avergonzaban solo para verlo mejor.

No podía esconderse para siempre, todavía quería verlo. Fijarse más en él. Era demasiado irresistible para no hacerlo. Un bombón, un recuerdo de otro chico similar que no lo quería.

Podía ver sus ojos en las sombras, más profundas del desagüe.

Pero las cunetas no podían ser tan hondas y anchas ¿Verdad?

Fue otro pensamiento que estuvo rondando su mente ese día, el resto de días. El resto de su vida.

Era imposible para un animal medianamente grande (Uno de tamaño similar poseedor de esos ojos) meterse entre el huequecito de la pared y la verja. Y mucho más imposible para un humano hacerlo.

No hay espacio para nadar, caminar o siquiera estar de pie. Ergo, nada que poseyera esos ojos podía haberlo estado viendo desde ahí. Problema resuelto, esos luceros blancos no debían ser más que bolas de plástico que habían sido tragados por la cuneta.

Por otro lado; ¨Bolas de plástico blancas en lugar de ojos¨ se estaba preguntándose a sí mismo si esas gafas que había usado ese día para verlo, esta vez a él, lo hacían lucir más guapo de lo que ya era.

Agrandaban su bello iris color cianita, así que sí. Si lo hacían ver más lindo.

Ojala las llevase más a menudo y ojala se agache a buscarlo más. No desprecia sus visitas, pero es un poco triste verle únicamente de las pantorrillas para abajo. 

𝙖𝙡𝙘𝙖𝙣𝙩𝙖𝙧𝙞𝙡𝙡𝙖𝙙𝙤 (𝙋𝙞𝙘𝙤𝙋𝙖𝙞)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora