𝓱𝓮𝓻𝓮?

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Hubo una vez en la que se quedó castigado algo de tiempo dentro de su escuela.

Se había peleado con unos compañeros de un grado superior. El motivo no es importante, importante es el ojo morado que le dejo a uno.

Atrás había quedado el chico amable, caballeroso (Pero verdaderamente arrogante) y doble cara que solía ser. El que aun así le tenía algo de aprecio a sus padres, tratándolos con algo de dulzura de vez en cuando. El que amo, el que deseo, el que sintió.

El que huyó.

Ahora solo quedaba la cascara, en su interior se cocía un odio tremendo por la gente que se burló de él, uno que se desquitaba con los demás.

Y sus ojos no eran más que un vacío helado, sin amabilidad o cariño dentro. Sin nada, mero desprecio y despecho.

El chico peliazul, la castaña y hasta el pelinaranja pudieron haberlo odiado antes, pero si lo vieran ahora ... Si vieran en lo que se convirtió.

El salón estaba en silencio, tan callado que podrías escuchar como un alfiler golpea el suelo. Tan solo la insulsa maestra y él. Nadie más, hasta el sol ha decidido esconderse.

La señora enciende el móvil y mira la hora. Rueda los ojos y llama la atención del muchacho. Ya puede irse. Senpai no dice nada, toma su mochila y se levanta para marcharse. En su cabeza, miles de ofensas hacia la mujer y el cotilla de su colega.

A pesar de que hace mucho menos sol que de costumbre, todavía las nubes brillan y hieren su piel. Harto, fastidiado y cabreado a partes iguales, camina semi encorvado hacia la calle que tanto aborrece.

Sin embargo, hoy es diferente. Cuando pasa frente a la cuneta, a la que tanto le teme, no siente nada.

Como si nunca hubiera habido algo ahí.

La sensación es tan discordante que se queda un momento observando a sus profundidades oscuras. Como si lo esperara, como si de algún modo lo desease. Nadie se asoma para saludarlo o verlo, ya es historia antigua.

El hecho de no sentirse acosado por primera vez desde que empezó a pasar por allí le alegra la mente. De hecho, deja de tensar los hombros. Mueve el cuello para desentumecerlo y sigue su camino.

No encontrarse con nadie, en realidad, salvo a sus padres de aguantarse sus quejas por todo el día. Podían notarlo hasta feliz, lo cual los alegro mucho.

Desde que han llegado a la nueva ciudad, pueden contar sus sonrisas con los dedos de una mano. 

𝙖𝙡𝙘𝙖𝙣𝙩𝙖𝙧𝙞𝙡𝙡𝙖𝙙𝙤 (𝙋𝙞𝙘𝙤𝙋𝙖𝙞)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora