Días fríos y helado de vainilla

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No podemos volver atrás, aunque quisieras. Permíteme mostrarte como se finge, ya que tú lo has hecho a tu manera. Te devolví la sonrisa, como la tuya, que emanaba confianza. Tu mirada solamente transmitía mentiras.
Todo esto pensaba mientras te escuchaba. Hablar se te daba de maravilla. La labia tu mejor amiga.

El ambiente no era el más cálido. Para nada.  Pero compraste un helado porque según nos debíamos un verano. La verdad, no disfruté el helado de vainilla. No era mi sabor favorito. Pero creías saberlo, tal vez tanta información te confundió. Aunque viste que mis ojos se encantaban por el helado de chocolate que se reflejaba en ellos y mi boca te decía: No, mi sabor de helado favorito es el chocolate. Lo negaste rotundamente como si llevarás cien años conociéndome. Al final, lo acepté para qué te callarás de una vez. Y después solo añadiste: ¡qué rara eres! 

No sé si todo se fue volviendo inservible o eras una persona inútil. Luego del dulce hola venía el crudo adiós. Aun cuando traté de quedarme muchas  veces y hacías lo impensable para que me vaya.  Lo intenté todo más me obligabas a marchar. Ahora te doy las gracias. Algo bueno hiciste. Lo que no sabías y con lo que no contabas era conque me iría.  Regresaste arrastrándote tres veces. ¿Por qué era cada vez? Creías remplazarme como si de un objeto me tratará, lo conseguías, pero, ¿hasta cuándo te duraba el teatro? 

Ahora aún los días fríos como aquel se sienten más cálidos que saber que sigues respirando a mi lado. Si puedo decir que eres un error. El cual no pienso repetir otra vez. Incluso puedo añadir que disfruto de cualquier sabor de helado incluso el de vainilla. Y lo que tengo ahora no lo cambiaría por nada. Ya no soy como tú supones. 








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