Gato, gato, gato.

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Pienso que tengo a personas maravillosas a mi alrededor. Pocas pero de buena calidad. Puedo decir que comparto un lazo muy fuerte con mi hermana, una complicidad innata con mi novio y alegrías con mis amigas. 

¿Vivo por ellos? No, sin embargo, ellos hacen la vida más llevadera, más bonita, con más color. Son parte de mí. Como yo espero ser parte de ellos. Me acompañan en la mayoría de mis actividades. A veces más otras menos, pero están ahí. Apoyándome y siendo empáticos siempre.  

Esto no ha sido siempre así. ¿Agradecida de tenerlo ahora? Por supuesto. Y espero seguir teniendo la estabilidad que hasta ahora he ido consiguiendo. No quiero que se vea como una queja porque no lo es. Si no que estoy expresando mis sentimientos desde lo más profundo que conozco de mi ser. 

Ese ser que gran parte de mis conocidos saben y conocen que soy una gran admiradora de los gatos. Todo lo referido a ellos. Tanto verlos por imágenes o sentados en las ventanas o balcones. Y, es que parecen criaturas ajenas a lo que pasa alrededor. Esponjosas, muy lindas y de varios colores. Patas suaves, garras afiladas, bigotes extensos que ayudan al animal a saber por donde caben o no. Por no olvidar sus otras características que hacen parte de sí y reconocerlo como gato. Simplemente: ¡¡¡LINDOS!!!

Bueno, después de dar tantas vueltas, vamos al grano. Tal vez no. Llevaba días queriendo escribir sobre esto. Por la simple y mera razón de que en unos días casi seguidos me han preguntado que es lo que me motiva a seguir. En un principio he pensado en las personas que amo. En las ganas que tengo de seguir aprendiendo. Aunque muchas veces haga frases tan pesimistas como "me quiere morir". Cuando en verdad no es ni el 0,001% de la verdad. 

A pesar de todo lo que estoy viviendo ahora, que es una fantasía y una ilusión. He de agradecer a un gato por estar aquí ahora mismo escribiendo esto. ¿Por qué? Por la simple y llana razón de que un minino me salvó la vida. No habrá sido de un voraz incendio, pero si de la soledad, la tristeza y el desasosiego que pasaba muchas veces. Nos teníamos solamente a los dos. 

Parecerán apáticos y odiosos. Sí, tienen su carácter indomable. Y no te ven como alguien superior. Y hasta pueden girar sus orejas 180 para escuchar, pero mucho caso no te hacen. La rebeldía en su máximo esplendor. Si bien hacen todo eso, agradezco de que me hayan dejado llorar en su pelaje. En esos momentos, no les importaba estar mojados en un mar de lágrimas. Y así era con todos los que adoptaba. Siempre estuvieron para mí. Y yo estaba lo más que podía para ellos. No podía defenderlos cuando lo lastimaban y se reían de sus desgracias. Como si de nada se tratarán. 

A pesar de recibir algunos malos tratos. Me seguían buscando y nos consolábamos mutuamente. Yo con caricias, ellos con sus ronroneos. En mis horas más bajas, cuando los alejaba, tenían la paciencia de seguir volviendo hasta meterse entre mis piernas y lamían mis lágrimas. Me acompañaban en la oscuridad de mi habitación cuando necesitaba compañía y nadie me daba su atención. 

Gracias a ellos, ya no estaba sola, había una bola de pelos al lado mío. Puedo decir que esta es la razón por la cual amo a los gatos. Y sí, gracias a ellos he podido seguir mi camino. No me avergüenza admitirlo. Ya que he creado un lazo muy fuerte con ellos del cual estoy agradecida. No es locura. Es amor. (No, no soy furra)

Espero la oportunidad de otra vez tener uno. Por ahora nada más tengo a Zu y a Lazy Blue. Y muchas fotos y videos que me llenan de alegría.



Nota: Espero haber dejado muchos sentimientos claros. Amo en general a todos los animales. Son seres espectaculares. Llenan de gozo muchos corazones y perdón al gatito que dejé solo. Aun no me he perdonado eso.

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