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Ana llamó a Mimi durante su hora de descanso exactamente dos días después de esa noche.

No había querido hacerlo cuando sus hermanas estuvieran cerca, pues sabía que la pondrían estúpidamente nerviosa, y fue por eso que prefirió hablar con ella mientras comía su almuerzo recalentado en el depósito de Luz Tattoos.

Mimi contestó luego de dos tonos.

-Estudio de arte Doblas, buenas tardes. ¿Puedo ayudarle en algo?

Se sorprendió al escucharla. Jamás la habían tratado con tan falsa cortesía.

-¿Realmente estoy hablando con la chica que se desnuda frente a una desconocida sin pudor alguno? -Bromeó, y cualquiera que la hubiese mirado a los ojos en esos momentos se habría dado cuenta de que se estaba enamorando.

-¿Ana?

En ese mismo instante descubrió que le gustaba hablar por teléfono con Mimi Doblas, pues de esta forma podía notar el tono sorprendido en su voz y no sentirse extrañada por las expresiones siempre neutras de su rostro.

-Pensé que no me llamarías -En otro momento no le habría creído, pues era claro que Mimi se tenía bastante confianza en el arte de la seducción. En ese instante, sin embargo, notó su sinceridad-, así que me alegra el doble que lo hicieras.

Una nerviosa e inevitable sonrisa se apoderó de los labios de Ana.

-¿Realmente te alegra mi llamada, Mimi? -No podía creerlo.

Mimi era perfecta, y ella una simple tatuadora. ¿Por qué se alegraría al escuchar su voz?

-La verdad es que estaba tan desesperada por saber de ti que fui yo quien estuvo a punto de llamarte.

Y así era como Mimi, sin esforzarse demasiado, hacía que su corazón palpitara dolorosamente.
-¿Por qué no lo hiciste?

-No me diste tu número, Ana.

-Pudiste llamar al estudio y preguntar por él.

Mimi hizo silencio, y se escuchó el sonido de la palma de su mano golpeado su frente.

-Lo siento. Estaba tan concentrada esperando frente al teléfono de mi estudio que olvidé que tú también trabajas en uno -Se burló de sí misma-... Por cierto, solo por si no te has dado cuenta, te estaba esperando a ti.

-Por supuesto que me esperabas. Ibas a pedirme algo ¿no?

De inmediato se hizo silencio, y poco después se escuchó una risita nerviosa.

-Tienes razón. Iba a hacerlo -Murmuró, pero daba la impresión de que no lo había recordado hasta este momento.

-¿Y qué es?

No se imaginaba que podía ser. Mimi era imposible de predecir.

-Necesito que seas mi modelo, Ana banana.

De no haber estado tan sorprendida ante su petición habría notado el gracioso apodo que la joven había usado para referirse a ella.

-¿A qué...? ¿A qué te refieres? -Pero ya lo sabía.

-Dentro de unos meses tendré una exposición a la que decidí llamar "Extraños Ocultos", y en ella expondré diferentes personajes de la sociedad con peculiaridades que intentan ocultar, ¿y existe algo más peculiar que una tatuadora sin tatuajes?... Por supuesto, te mantendré en el anonimato.

Ana tragó saliva. Algo le decía que eso no era todo. Algo le decía que aquellas palabras que no quería escuchar estaban por venir.

-Ana, quiero pintarte desnuda.

LA TATUADORA DE LIBÉLULASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora