22

315 31 3
                                    

Al octavo mes ella se destruyó.

El cambio había sido tan sutil, tan lento, que Ana no había logrado notar lo grave que era. Nadie, en realidad, fue capaz de darse cuenta.

Los lentes de sol, el beanie, la chaqueta, las vendas en sus muñecas, el uso de colores, los zapatos en sus preciados pies, la posición de la mesa en la cual se sentaban... Detalles tan pequeños que pueden parecer insignificantes, pero que definitivamente marcaron una gran diferencia en la pintora.

El día inició como lo hacía desde el mes anterior: con Ana entre los brazos de Mimi.

-Hora de despertar, Banana.

Lentos besos tiernos descendían por su espalda desnuda, y con un suspiro adormilado intentó mantener los ojos cerrados para disfrutar más de aquel momento.

-Sé que estás despierta, amor. Eres terrible actuando.

Una sonrisa se dibujó en sus labios al escuchar aquel cariñoso tono de voz.

-Aún es muy temprano -Se quejó al entreabrir los ojos. Una cortina de sueño aun la recubría, y cada segundo sus ojos amenazaban con volver a cerrarse.

-Lo sé, pero tuve un sueño interesante que me encantaría recrear junto a ti.

-Si ese sueño no involucraba el dormir juntas en esta cama no quiero siquiera saber que existió.

-Involucraba cosas mucho más interesantes que dormir en esta cama, lo juro -Insistió la pintora antes de comenzar a trazar patrones en las desnudas piernas de la tatuadora, quien comenzaba a sentir ese placentero cosquilleo en el vientre.

Sus toques se sentían como pinceladas sobre su piel, y eran tan sensuales como artísticos.

Aun así, su mente amenazaba con regresarla nuevamente al mundo de los sueños. Sus parpados pesaban tanto como el deseo que le recorría el cuerpo en ese momento.

<<A la mierda>> Pensó con un bostezo <<Podemos recrear esa escena más tarde>>

-Déjame dormir un poco más, Mimi. Tengo que trabajar hoy.

- Ana Bananaaaa- se quejó.

Sus palabras estaban llenas de necesidad.

-Si tan desesperada estás puedes ver porno y divertirte un poco contigo misma. No voy a molestarme por eso.

-Yo no quiero ver porno, Banana. No me gusta.

-¡Claro que sí! Eres una amante de las vaginas, ¿no?... ¡Busca un par de fotos!

-No soy una amante de las vaginas -Se quejó con cierta frustración.

Aun con los ojos cerrados, Ana supo que Mimi estaba haciendo un adorable puchero.

-Realmente espero que eso sea una broma. La última vez que me miré al espejo no había nada más allí abajo.

Mimi se rio de ella, y solo con este sonido la tatuadora habría cedido ante todas sus peticiones.

-Solo soy amante de una vagina, banana. La tuya.

Sus palabras le habrían resultado graciosas de no ser por la traviesa mano que se escabulló entre sus piernas para hacerla gemir.

-Está bien, tú ganas. Pero que sea algo rápido. Quiero dormir de nuevo.

Mimi sonrió antes de besarla, y afirmó entre suspiros que nunca se había sentido tan viva.

🦟

El día fue bastante normal. Tatuajes, pinturas y situaciones comunes se hicieron presentes.
Nada anunciaba el desastre que se acercaba.

LA TATUADORA DE LIBÉLULASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora