El departamento de Mimi podría haber sido considerado amplio si el salón no hubiese estado repleto de cuadros, lienzos, caballetes y pinturas. También podría haber sido llamado elegante de no haber tenido manchas de todo tipo de pinturas en las paredes.
—Por si no lo notaste antes, mi departamento es también mi estudio —Resaltó fríamente mientras lanzaba las llaves de su auto a un lado, como si no le interesaran, y comenzaba a bajar la cremallera de su hermoso vestido, exponiendo segundo por segundo un poco más de piel de su tersa espalda.
¿Realmente iba ella a desnudarse frente a Ana?
—Está algo... desordenado —Observó. No quería ser descortés, pero tampoco una mentirosa.
—Lo sé, y realmente no lo lamento.
—Me gusta que no lo hagas—Y era cierto. Mimi era Mimi, y le gustaba siendo Mimi. No quería que lo lamentara.
Y fue en ese preciso momento en el que Mimi dejó caer la tela azul del vestido de su cuerpo.
<<Mierda>> Fue lo único que logró pensar.
Estaba muy asombrada, pues ahora la pintora estaba completamente desnuda frente a ella y, para empeorar la situación, no había llevado sujetador o bragas durante toda la noche.
De repente hacía mucho calor, y el corazón de Ana palpitaba tan fuertemente contra su pecho que podría haberse salido de allí.
No sabía si era la armoniosa forma de su cuerpo, la forma en que sus múltiples curvas la llamaban o el simple hecho de que ella no pareciese tener pudor alguno, pero en ese momento sentía tantas ganas de dejarse llevar por la lujuria que pensó que algún espíritu sediento de placer se había apoderado de su cuerpo.
Mimi tenía unos pechos pequeños pero firmes y bien formados, una piel que se veía tan delicada como una pluma, y sus largas piernas la conducían directamente a su mayor deseo...
—¿Tienes hambre o solo quieres ir a dormir?
Ana no respondió. Había olvidado como pensar con solo mirarla.
—Bien, como pareces bastante entretenida mirando mis pechos, comeremos algo. Tengo hambre.
🦟
La pintora seguía desnuda cuando ambas fueron a la cocina.
Ana permanecía sentada en una de las sillas de la moderna y manchada encimera, admirando fijamente el trasero de la artista, el cual se movía junto a ella mientras preparaba la cena.
Mimi Doblas era, sin duda, una obra de arte capaz de robarle el aliento.
Cuando la mujer se sentó frente a ella con los pechos al descubierto no pudo contener el gruñido de frustración que escapó por sus labios, y era tanta la distracción que la otra representaba que no se dio cuenta de que ahora había un plato repleto de deliciosa comida frente a su cuerpo hasta que la pintora empujó su mandíbula delicadamente para que cerrara la boca
—¿Quieres que me cubra?
Por supuesto que no lo quería, pero decirle esto habría sido indecoroso.
—Supongo que si —Contestó sonrojada luego de unos segundos mientras mantenía la vista en sus ojos, lo cual fue un reto, pues su mirada amenazaba con desviarse—... Es decir, eres hermosa y amaría poder verte toda la noche, pero no quiero quedar como una pervertida.
—No te preocupes, Ana. Sé muy bien quien es la pervertida entre nosotras.
Ana suspiró.
—Mimi, por favor... Me estás prestando tu departamento y realmente no quiero aprovecharme de la situación.
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LA TATUADORA DE LIBÉLULAS
De Todo"Ana Guerra marcaba la piel de las personas. Mimi Doblas marcó su corazón... Para siempre" Esta es una adaptación, todos los créditos a su respectiva autora @AlisonDeVill