Capítulo 10

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Yo no era el chico popular del instituto. Yo era un don nadie que vivía improvisando. Hasta los 18 virgen y de luto. La reina del baile nunca me regaló un tango. Tarde aprendí que el amor dura 1 minuto. Y que el resto de la vida te lo pasas esperando...

El callejón de los milagros. -Sharif.

Giovanni

Tenía que admitir que salir de fiesta formaba parte de mi día a día. Trabajar, dormir, comer y emborracharme. Me encantaba salir con los chicos y hacer de las nuestras. Tal vez al día siguiente una horrible resaca me impedía hacer grandes cosas y el sentimiento de no recordar nada me torturaba durante horas, pero aquello estaba bien, mejor que bien.

Estábamos en la discoteca, la de siempre, solo que esta vez el grupo era más grande. Vanessa y sus amigas estaban con nosotros. Después de unas cuantas canciones, bailes y cervezas, Luis se acercó a mí para decirme:

—Vamos. Necesito fumar.

Asentí.

Me aseguré de que Vanessa supiera que iba a salir y seguí a Luis.

—¿Quieres? —me preguntó, poniéndome la caja de cigarros en la cara.

—No, intento dejarlo.

—¿Por qué?

—No sé, nunca me gustó fumar.

—¿De verdad?

Me encogí de hombros.

—Ahora uso el dinero del tabaco para otras cosas.

Frunció el ceño.

—¿Qué cosas?

—Cosas.

—Ya, pero, ¿cuales?

—Pues unas.

Sonreí.

Sabía lo mucho que le molestaba a Luis que no respondiera sus preguntas y me encantaba ver cómo se esforzaba en adivinar, aunque no hubiera nada que adivinar. Se me empezaban a adormecer los dedos de los pies por el frío. No podía creer que estuviera congelándome por ver fumar a mi amigo.

—¿Puedes fumar más rápido? —pregunté.

—¿Tienes prisa?

—¿Yo? Para nada, es que me encanta congelarme aquí fuera. —ironicé.

—Antes no te importaba.

—Antes no tenía que ver lo lento que fumabas.

—Pues creo que voy a fumar otro.

—¿En serio?

Se rio.

Encendió un cigarro y le dio una buena calada añadiendo más humo del que ya había. Mi mirada se posa directamente sobre Vanessa, que acaba de salir.

—Vaya, veo que no ha tardado ni cinco minutos en echarte de menos.

Cómo no, Luis solo intentaba fastidiar.

—Cállate.

Mi amigo se fue hacia un lado, dándonos espacio. Antes de que me diera tiempo a decir nada, Vanessa me besó. Fue un beso corto, que apenas duró lo suficiente para mi gusto.

—¿Y esto? —pregunté.

—Tengo que irme a casa.

Fruncí el ceño.

—Te acompaño.

—No es necesario, Jorge me lleva.

¿Quién coño era Jorge? ¿Y por qué la iba a llevar a casa?

La historia mejor contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora