Capítulo 06

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Y aunque sepa dónde estoy, nena, soy un inseguro.Nunca me gustó seguir por el camino recto.Si vas a quererme, piénsatelo mucho.Te juro que mi amor sabe ser puro y no perfecto...

Dorian Gray.- Sharif.

Giovanni

A las chicas les gustan las flores, o eso creo. No estoy muy seguro de ello, aún así decido creer que es cierto y, por lo tanto, no es raro que quiera comprar flores. El problema era que no tenía el suficiente dinero como para comprarlas, iba a cobrar la semana que viene. En siete malditos días, siete. Era bastante tiempo, teniendo en cuenta que tendría una cita en media hora.

Mientras iba camino a casa de Vanessa, intentaba pensar un plan para conseguir flores. Si iba a una floristería no tendría como pagar y por mucho que fuera agradable con la vendedora, sin dinero no hacía absolutamente nada. No estaba muy lejos de su casa, cuando me fijé en el jardín de su vecino.

Las rosas rojas llamaron mi atención.

Rosas rojas.

El jardín estaba lleno de rosas, un montón de rosas. Por un momento la idea de rogarle a su vecino que me diera un par de flores cruzó por mi mente, pero no me convencía del todo. ¿Si decía que no? Entonces pensé que era casi imposible que se diera cuenta de que le faltan unas cuantas, no si lo hacía bien.

Miré a ambos lados de la calle con la esperanza de que no hubiera nadie cerca y me colé en su jardín, intentando hacer el mínimo ruido posible. No tenía ni puñetera idea de lo que estaba haciendo, ni de por qué lo estaba haciendo, pero había algo en el hecho de querer regalarle flores.

Cogí unas cuantas, intentando que no se notara que faltaban y salí corriendo de ahí. Cuando ya estaba lo suficientemente lejos, me sacudí la tierra de las manos y los zapatos.

Lo había conseguido.

Un ramo de flores, tal vez no tenían un aspecto de acabar de salir de una floristería, pero apenas se notaba. De camino a la casa de Vanessa, pienso en lo que acabo de hacer. Admito que siento cierta culpa, pero no demasiado. Me olvido del tema porque no conseguiré nada dándole vueltas, subo las escaleras del porche y escondo el ramo de rosas detrás de la espalda. Esbozo una sonrisa antes de llamar al timbre.

—Hola. —me saludó, sonriente.

—¿Qué tal?

—Bien, muy bien, ¿tú?

—Genial. Tengo una cosa para ti. —dije, mientras le mostraba el ramo que había escondido detrás. —Espero que te gusten las flores, no sé cuales son tus favoritas.

Lo cogió inmediatamente y una gran sonrisa se dibujó en sus labios.

—Oh. —fue lo único que logró decir.

—¿Te gustan?

—Me encantan.

Nos quedamos en silencio unos minutos y en un instante me besó. No me besó como aquel día en la discoteca. Me besó como si no lo hubiera hecho antes, como si ambos esperábamos este beso con toda las ansías del mundo.

Cuando sus labios tocaron los míos, mi corazón se aceleró. No me lo esperaba. No me lo esperaba en absoluto, aún así, era increíble. No podía creer lo feliz que me podía hacer con un simple beso, el contacto de sus labios y todo lo que producía en mí. Si esto es lo que sentiría cada vez que me besara, no me cansaría nunca.

—Voy a ponerlas en agua, vuelvo ahora. —dijo, mientras entraba a su casa corriendo.

Puede que ella estuviera concentrada en las flores, pero yo no dejaba de pensar en lo que acababa de ocurrir. El corazón aún me iba a mil y tenía una sonrisa en la cara, sin darme cuenta que había empezado a sonreír. Estoy seguro que parezco un completo idiota. Supongo que esto es lo que ocurre cuando estás enamorado. Los latidos del corazón, las sonrisas espontáneas y no dejar de pensar en cuando te volverá a besar. De cualquier forma, estaba seguro de que mi vida había cambiado, por completo, y quería que se quedara así por siempre.

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