Capítulo 01

226 18 2
                                    

Todo nace y se marchita, el amor muere y resucita. Enseñan más las horas que los años, los besos de los labios del amor cuando hace daño...

Triste canción de amor. - Sharif.

(1 año después, 1995)

Vanessa

Cuando salí de casa entrecerré los ojos ante el resplandor del sol y agarré el bolso. Tenía exactamente quince minutos para llegar al trabajo, con los tacones y un vestido demasiado incómodo para mi gusto. Cuando llego dejo el bolso en la mesa y me derrumbo en la silla antes de agacharme para sacar mi agenda del cajón. Me incorporo y veo que Carlos está ante mí.

—Llegas tarde. —me espeta.

—Hola, buenos días. —le sonreí.— ¿Qué tal está mi empleada favorita? Yo estoy estupendamente, gracias por preguntar.

Carlos me mira con las cejas levantadas.

—Has llegado tarde.

Lo miro con desprecio. ¿Cuántas veces lo va a decir?

—Solo un minuto.

—Sigue siendo tarde.

Suspiro.

—Perdón.

—Que sea la última vez.

—Sí señor.

Carlos asiente y se va a su oficina hecho una furia.

Sin duda alguna, odio a mi jefe y soy consciente de que el sentimiento es mutuo. Creo que es porque no tuvo la opción de no contratarme, mi abuelo es el dueño de este lugar y él su empleado, técnicamente es mi jefe, pero sabe que no puede despedirme. Cierro los ojos con fuerza y respiro profundo, abro el cajón del escritorio en busca del pintauñas rojo y me pongo manos a la obra. Estoy tan concentrada que no me doy cuenta de nada de lo que pasa a mi alrededor, hasta que escucho una voz.

—¿Cómo está la chica más guapa del mundo?

Oh, no.

—¿Qué haces aquí? —pregunto en voz baja.

—Vaya...qué gran forma de recibir a tu mejor amiga.

—Estoy trabajando.

—Huele a pinta uñas.

—Bueno, es que hay poco trabajo. —mi cara estaba ardiendo con esa mentirijilla y me apresuré a mirar a otro lado.

—Sí, claro. —se rió. —Estaba pensando que como trabajas mucho, deberías descansar un poco.

—¿Ah, si?

—Sí y yo sé cómo.

—Sorpréndeme.

Una sonrisa cruzó lentamente su cara antes de hablar.

—Una fiesta.

Hice una mueca.

—Como no...

—¿Qué?

—Sandra, para mi descansar significa tirarme a la cama y no hacer nada, no ir a una discoteca.

—Bueno, tal vez deberías descansar a mi manera.

—Paso.

—¿Qué? No puedes pasar.

—Si puedo y lo estoy haciendo.

—Pero...

—No. —le interrumpí.

La historia mejor contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora