Capítulo 07

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Creo que la fuerza está en la mente,
creo que el poder está en la gente.
Lo que no creo es en las urnas ni en los votos,
pero creo en ti, creo en mí, creo en nosotros.
Credo. -Sharif.

Vanessa

Estaba castigada, si, castigada. Encerrada en casa hasta nuevo aviso, salvo que tuviera que salir con la familia. A mamá no le había gustado la idea de que su hija llegara tarde a casa y sin saber con quién estaba. No la culpo, le dije que iba a salir con Sandra y era mentira. Pensé que no se enteraría, pero el señor Flores se cruzó con ella y se fue de la lengua. Típico en él.

Aun así, hoy iba a salir. Se celebraba la Feria del Hogar a la que siempre asistía con mi familia. Cada vez que iba aprovechaba para comprar algunas cosas, ya que mi cumpleaños estaba cerca. Esta vez, no sería la excepción. Eran los esperados dieciocho y necesitaba unos cuadernos de dibujos.

—Voy a ir con tu hermana a los juegos, ¿necesitas algo?

—No mami, iré a comprar unas cosas.

—¿Tienes dinero?

Asentí.

—Con cuidado, por favor. Hay mucha gente y lo último que quiero es que te pase algo.

—Tranquila, compro y voy directa a donde vosotras.

No espero a que diga nada más y me dirijo a la tienda. En realidad, no estoy del todo segura que cuadernos quiero comprar. El que tengo en casa fue un regalo del abuelo y era muy cómodo dibujar en el, pero no creo que encuentre uno parecido. Recorriendo los pasillos iba buscando un cuaderno que no sea muy grande y tampoco muy pequeño. Encontré uno de tapa dura y me acerqué a la caja.

—¿Es todo?

Asentí.

—Son 17 soles.

Saqué las monedas del bolsillo y se las di a la señora. Cogí el cuaderno y me fui, tenía que ir junto a mamá, pero como no había tardado casi nada en comprar, decidí dar una vuelta por las tiendas de la feria. No iba a comprar nada más, pero me encantaba mirar lo que había en este sitio. Al abuelo le encantaba pasear por aquí y observar todas las novedades que había. Mi mirada se desvió a una caseta en concreto, la caseta de la vidente. Cuando era pequeña siempre quise entrar ahí y saber lo que el futuro tenía preparado para mi. Mamá decía que con esas cosas no se puede jugar, no puedes pretender saber qué pasará en tu vida, porque querrás cambiar algo.

—¿Vas a entrar ahí?

Con el corazón en un puño, me di la vuelta y me llevé una mano al pecho, sobresaltada. Delante de mí había un chico pelinegro al que parecía haberle hecho mucha gracia mi reacción.

¿Qué hacía Giovanni aquí?

—Eh...hola...yo...no...

Se rió.

—¿Qué tal estás?

—Bien.

—Me alegro de verte.

—Yo también. —susurré.

Cerré los ojos con fuerza e intenté tranquilizarme. Odiaba ponerme tan nerviosa al hablar con él. Siempre estaba con una sonrisa y esa tranquilidad, como si no tuviera miedo de decir alguna tontería. En cambio, yo necesitaba pensar diez veces antes de hablar.

Gio estaba igual que siempre, con una camiseta blanca y unos vaqueros. Tenía el pelo mojado y estaba segura de que venía de estar en la playa. Me encanta como tiene el pelo después de bañarse en el mar, se le riza más de lo normal.

La historia mejor contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora