Capítulo 12: Deja que los rumores hablen

7 2 0
                                    

4ª semana, Marzo 2015.

NYCPD Comisaria Nº30.

Harlem, Manhattan. Nueva York.


Isobel Hunt estaba en los calabozos de la comisaría nº30 del Harlem. Se sentía tan apartada y lejana del mundo que conocía, no solo porque todo Central Park y demás barrios la separaban de su casa en el Soho, si no porque se sentía como si estuviera viviendo una realidad paralela.

Llevaba dos días allí metida, no había probado bocado y apenas había bebido agua, pero no era porque no la atendieran bien, si no que ella misma no se sentía capaz de guardar nada en su estómago.

Sentada en el catre, apoyó su espalda contra la pared y subió sus piernas hasta abrazar las rodillas con sus brazos y apoyar la cabeza en ellas. Era un lugar higiénico y bien cuidado.

Debía confesar que jamás se imaginó que fueran así los calabozos de una comisaría aunque tampoco se había imaginado que pasaría dos días, con sus noches, metida en uno.

Pero es que ella no debía estar allí, era inocente. Cuando la arrestaron, le dijeron que tenía derecho a una llamada, ¿pero a quién llamar cuando no se tiene a nadie que pueda ayudarte?

Su madre vivía en Edimburgo cuidando de su "padre" enfermo. No podía haberle pedido que viniera porque no habría servido para nada. Su prima Eryn tenía bastante con su vida a cargo de sus niños en su casa.

Era inocente de todo lo que la agente especial Atkins la había acusado. Rechazó llamar a su abogado y le asignaron uno de oficio. La volvieron a interrogar dos veces más e Isobel siempre daba la misma versión.

Cuando ella abrió la galería, el cadáver ya estaba allí, debajo de un cuadro que ella no había autorizado a exponer y que ni siquiera pertenecía a la colección original.

Su abogado le dijo que lo tenía difícil porque todas las pruebas apuntaban hacia ella. Nadie más tenía las llaves, ni las puertas ni ventanas habían sido forzadas y en las cámaras de seguridad no se veía nada porque justamente el lugar del crimen era un punto ciego.

Todo apuntaba hacia ella, sin embargo, seguía diciendo una y otra vez lo mismo porque era la verdad. Era inocente y no tenía nada que ver con ello, ni con el cuadro ni con la víctima.

Hacía frío y se abrazó a sí misma mientras la cazadora del detective Adam Ross la cubría casi por entero. En todas las veces que la había interrogado, él había estado presente y jamás le pidió que se la devolviera.

Isobel nunca se había considerado una persona egoísta pero debía reconocer que aunque él se la hubiese pedido de vuelta, ella no se la habría dado. Mientras se abrazada al cuero que olía a él, ni el catre, ni las mantas, ni la dura pared ni el frío de los barrotes la afectaban tanto como si hubiera estado sola sin esa prenda.

Cada vez que él iba a verla, Isobel no era capaz de sostener su mirada. Sentía que había algo que él quería decirle pero siempre se mantenía callado. Podría soportar todas las palabras del mundo pero había algo en sus ojos que la alteraba, como si fueran más que palabras lo que quisiera expresar.

El sonido de una verja abriéndose la sacó de sus pensamientos y levantó la cabeza justo cuando el detective Adam Ross aparecía en la puerta de su celda, junto con un patrullero.

Apenas lo veía todo como si estuviera observando una película pero no como si fuera una mera espectadora, si no que formaba parte del elenco principal para su desventura.

El sonido del cerrojo de su celda al abrirse la hizo bajar las piernas del catre mientras el detective Ross entraba y se acercaba a ella.

—Puede irse a casa, señorita Hunt. Es libre.

El secreto de la nieve roja (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora