Capítulo 7: Imán de problemas

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3ª semana, Febrero 2015.

Manhattan, Nueva York.


Había sido una extraordinaria exposición y una aún mejor recaudación. Nada como apostar por los artistas locales para que las galerías se llenasen y para que los bolsillos de los amantes del arte, se vaciaran.

Isobel estaba contenta por cómo había ido todo y agradecida de que su galería volviera a estar entre las más destacadas de New York. Estaba siendo un año difícil, y no solo profesionalmente.

Tras descubrir lo que realmente era, estaba decidida a volver a Escocia para hablar con su madre, encararla. Había tantas cosas que aclarar, tantos porqués que explicar... pero cuando se disponía a comprar un billete para el primer vuelo disponible, algo en su interior la disuadía de hacerlo.

¿Tenía miedo? Posiblemente sí, no iba a engañarse a ella misma. Todo lo que había creído toda su vida se había desmoronado y un abismo se había abierto a sus pies.

Pero de lo que realmente tenía miedo, era de encontrarse con su padre. Que nunca había sido su padre en realidad, y ahora solo era Ronald. ¿Qué pasaría cuando lo tuviera en frente de ella? ¿Dejaría en paz a un enfermo o le atacaría con toda la rabia de cada golpe acumulado durante su infancia?

Los médicos le habían detectado cáncer en la sangre, leucemia, y la quimioterapia no estaba resultando como ellos esperaban. Ronald enfermaba día tras día y posiblemente, en pocos meses, muriese.

¿Por qué ese pensamiento no la reconfortaba? Porque su muerte no iba a borrar su pasado ni todo lo que sufrió. En realidad le daba igual si moría como si vivía, ella ya estaba lejos de él y esperaba que la próxima vez que lo viera, fuera en su tumba, profundamente enterrado bajo tierra.

Se sobresaltó ligeramente cuando el móvil sonó en su bolsillo y, mientras cerraba con llave la puerta de la galería, lo apoyaba entre el hombre y la oreja para responder.

—¿Jefa, dónde está? ¡Estamos a punto de pedir ya, tequilas!

—Ya estoy de camino, vayan pidiendo. No tardaré.

Isobel colgó el teléfono y lo guardó de nuevo en su bolso, junto con las llaves, y no pudo evitar sonreír. Tenía un buen equipo con ella en la galería, no eran muchos pero estaba orgullosa de ellos porque muchas veces, hacían más de lo que se les pedían y no se quejaban de su sueldo.

Habían acordado todos salir a cenar para celebrarlo, y esta vez, tocaban burritos y tequilas. Mike y Peter eran los hombres que ayudaban cuando había que cambiar los cuadros de una exposición a otra, o mover las esculturas dónde más les favoreciese la luz. Luego estaba Susan, la recepcionista y la última incorporación había sido Vera, su asistente personal. Ese era su equipo y no podía estar más a gusto con ellos.

Cómo no quería llegar más tarde, decidió acortar por un par de callejones, ya que el restaurante estaba a un par de manzanas de dónde estaba la galería. Pero en cuanto un par de tipos le salieron al encuentro y le cortaron el paso, supo que no había sido buena idea.

Con disimulo, trató de retomar la calle principal pero, mientras uno le seguía a su espalda, el otro había bordeado un edificio y justo se había detenido en frente de ella.

Por instinto, se aferró a su bolso como la única posible arma y enseguida vio que había sido una tontería por las sonrisas que aparecieron en las caras de los tipos. De nada le iba a servir un bolso contra aquellos hombres, que le duplicaban el tamaño y una mano de ellos, era más grande que la cabeza de la pelirroja.

Se pegó a la pared mientras ellos se acercaban a ella y pudo ver sus ojos, completamente negros. Ella ya había visto esos ojos antes y no presagiaba nada bueno. Demonios.

El secreto de la nieve roja (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora