Capítulo 4: La búsqueda

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4ª semana, Enero 2015.

Soho, Nueva York.

Gowdie's Gallery Art.


Había pocas cosas que le agradasen menos a la egipcia que el clima neoyorquino. Mientras sus botines de tacón cruzaban las encharcadas calles de la gran manzana, alzó un poco el paraguas observando la entrada del lugar anotado en su agenda. La galería era como uno podía imaginar que sería una galería de arte en nueva york: arquitectura moderna, minimalista y una notable cola de aficionados en la entrada.

—Busco a Isobel Hunt. —el hombre iba vestido completamente de negro y sostenía una carpeta en su mano, no pareció escucharla y entonces fue cuando Daryne se percató de que tenía un auricular del mismo color que su uniforme, en el oído—. Hey. —chasqueó los dedos varias veces ante el rostro del empleado, que pareció molesto por el gesto—. La dueña ¿Dónde puedo encontrarla?

—Segunda planta, final del pasillo. Supongo que tiene una cita previa. —añadió con una mirada de desdén.

—Sí, faltaría más.

La djînn se giró, aún sintiendo la mirada del joven en la nuca y se dirigió hacia el despacho de Hunt, sin prestar mucha atención a los imponentes cuadros y demás obras que el lugar exponía. Dio un par de golpes suaves a la puerta y a continuación, abrió.

Tras el moderno escritorio había una joven mujer, con una melena rojiza y elegante vestimenta. Tecleaba algo en el ordenador luciendo concentrada, aunque alzó la vista cuando la mujer apareció.

—Soy Daryne, hablamos por teléfono ayer. —hizo una pausa mientras se acercaba al escritorio para tomar asiento en uno de los sillones tras él y su mirada vagó unos momentos por la estancia—. He oído que el arte es un buen negocio, definitivamente esto luce como un negocio próspero.

Isobel miró como resbalaban las gotas de lluvia contra el cristal de la ventana de su oficina. Era otro día más en Nueva York, y aunque ella adoraba la lluvia, prefería mil veces la lluvia de su querida Escocia.

Allí todo era diferente, el aroma de la lluvia olía a vida. En cambio, en la Gran Manzana, olía a vida pero enlatada. No es que le importara demasiado, ella eligió este cambio. No es que tuviera muchas opciones y Nueva York le pareció la mejor ciudad para desarrollar su pasión por el arte que tanto le negaron en su casa.

Unos golpes en la puerta sobresaltaron ligeramente a la pelirroja y antes de que pudiera responder, una joven mujer morena entró en su oficina y tomó asiento en uno de los sillones que había al lado de su mesa, observándolo todo.

Cerró su portátil, otorgándole toda su atención. Su prima Eryn ya la había advertido de que Daryne era alguien especial, se hacía notar en el lugar en el que estaba y poseía sus propias leyes de educación y civismo. Como los huracanes.

—Encantada de conocerte al fin, Daryne. Una amistad de mi prima es siempre bienvenida aquí. —Isobel tocó el pinganillo en su oreja cuando oyó la voz de su recepcionista al otro lado—. Está bien Carter, la estaba esperando. —la pelirroja asintió ante sus palabras y le ofreció una pequeña sonrisa—. Y como todo negocio próspero conlleva mucho trabajo y sacrificio. Pero no creo que hayas cruzado medio país para venir a hablar de mi Galería. —cerró su agenda dejándola a un lado y apoyó sus codos sobre el escritorio mirando a la morena—. Dime, ¿en qué puedo ayudarte?

Daryne volvió su mirada hacia la mujer, era directa y eso definitivamente le agradaba porque aquel asunto estaba en la parte más alta de su lista de prioridades. Parecía dispuesta a ayudarla por el simple hecho de venir de parte de Eryn. No le extrañaba en el fondo, había visto lo que Eryn hacía por la gente, aunque a la djînn siempre le sorprendiesen los actos desinteresados.

El secreto de la nieve roja (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora