Capítulo 15: Viejos amigos

8 2 0
                                    

3ª semana, Abril 2015.

Harlem, Manhattan. Nueva York.


Benjamin se echó la capucha hacia atrás una vez estuvo resguardado de la lluvia. Con los auriculares aún en los oídos, esquivó a un par de jóvenes que entrenaban sus habilidades para el boxeo en pleno pasillo, sin importar que alguien se llevase un golpe colateral.

El viejo gimnasio estaba al límite de tener que cerrar por sus pésimas instalaciones y su anticuada maquinaria (si es que ahí había algo mecánico), pero ese era precisamente su encanto.

Tanto él como Adam tenían instalaciones mejores donde entrenar, pero aquel lugar significaba mucho para ellos, era el recuerdo de un tiempo donde ambos no eran más que un par de críos con grandes sueños y algún que otro diente roto por una mala pelea.

¿Había cambiado algo? Una sonrisa ladeada apareció en su rostro mientras se deshacía de la sudadera. Vio como Adam ya estaba en su lugar habitual, dándole a ese viejo saco como si de su peor enemigo se tratase.

—¿Mucha tensión acumulada últimamente?

Izquierda. Derecha. Derecha, izquierda, izquierda. Golpe bajo.

Adam alternaba los golpes de sus puños mientras su mente volaba una y otra vez hacia cierta pelirroja. No debería haberla besado, eso solo había conseguido encender más su deseo por ella.

Había sido un gilipollas al pensar que con un beso, tendría suficiente. Ahora deseaba más, mucho más. Pero en lugar de estar dentro de ella, estaba allí, descargando su frustración a ostia limpia.

Volvió a darle otro golpe y la cadena que sostenía el saco sonó como si fuera un lastimero quejido. Parte de la tela que cubría el saco estaba rasgada y muy posiblemente, no aguantase hasta el final del día.

No sería la primera vez que rompía uno de ellos, y aún así, ese gimnasio seguía siendo su favorito.

Se detuvo en seco cuando escuchó una voz familiar y no pudo evitar sonreír mientras se daba la vuelta al reconocer al dueño de dicha voz. El marine había vuelto y parecía que los años y las misiones le seguían sentando bien.

La gente como él y Ben nacía, no se hacía. Nacías casi con el uniforme puesto y el amor por tu país casi como emblema. La placa y la pistola las llevabas en la sangre y en el alma, y eso unía.

Pero también unía el haberte criado en uno de los barrios más duros de la cuidad y eso era algo que ambos compartían.

—Demasiada, pero nada que no consiga quitarme a corto plazo. —se acercó al marine para saludarlo, en verdad se alegraba de verlo, mientras tomaba una toalla para secarse el sudor de la frente y el cuello—. ¿Cuándo has vuelto? No sabía que estabas en la ciudad. Una llamada no es tan difícil de hacer para alguien como tú, soldado. —bromeó Adam, sin dejar de mirarlo.

Benjamin se encogió de hombros, como si esa fuese toda la explicación que Adam necesitaba para entenderlo.

—Han sido tiempos raros. Pedí volver aquí y...lo sé, lo sé. —Rió prediciendo la reacción de su amigo—. Siempre he odiado Nueva York pero hasta a lo malo se acostumbra uno. Y tenía algunos asuntos aquí.

Aquello era una verdad a medias, lo cierto era que sólo tenía un asunto ahí y ni siquiera era suyo, pero podía imaginar a Adam regañándolo como si fuese su viejo padre amargado después de volver de Vietnam.

Ya sabía todo lo que Ross iba a decirle y lo peor era que estaba de acuerdo con todos los argumentos. Simplemente estaba siendo estúpido.

—Así que, ¿qué hay de ti? —Señaló el saco, que acabó bastante mal parado—. ¿Ha sido el sargento Boden esta vez? —Preguntó con diversión, Ross siempre tenía problemas acatando las órdenes de sus superiores.

El secreto de la nieve roja (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora