Capítulo 10: Culpable o inocente

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2ª semana, Marzo 2015.

One Police Plaza, sede de la NYPD.

Park Row Street, Lower Manhattan. Nueva York.


Habían pasado diez días desde el (segundo) robo en su galería e Isobel Hunt ya daba por perdidas las máscaras venecianas que se llevaron. Por eso, cuando había recibido una llamada de parte del cuerpo de policía pidiéndole que se presentara en su sede para hablar sobre ellas, la pelirroja no pudo evitar sentirse sorprendida y agradecida al mismo tiempo.

Ingenuamente, había esperado que fuera el detective Adam Ross el que la llamara pero la había atendido una voz de mujer. Era un agente de campo, seguramente no estaba detrás de un escritorio para hacer llamadas, así que no había razón para sentir cierta decepción. Pero la sentía.

Pagó la carrera, bajó del taxi y alzó su mirada para contemplar el edificio de la sede de la NYPD. Era un edificio brutalista de planta rectangular y que poseía una pirámide invertida en la elevación en su último piso.

Tenía diez plantas de altura, los ladrillos eran marrones y rojizos y aunque Isobel no había estudiado arquitectura, sabía que pertenecía al estilo arquitectónico del brutalismo. Era un término que provenía del francés béton brut u "hormigón crudo", y de ahí derivaba su nombre por la elección de los materiales utilizados.

Cuando estaba nerviosa le gustaba estudiar la historia del lugar o del edificio que iba a visitar. Pero no se iba a engañar a sí misma. No estaba nerviosa por ir a la sede principal de la NYPD, si no porque iba a volver a verlo a él.

¿Qué habría descubierto? ¿La volvería a acusar de cómplice de los ladrones? ¿Habrían recuperado las máscaras venecianas? Con todas esas preguntas rondando por su mente, la pelirroja entró en el edificio y se fue directamente hasta la recepción.

—Buenos días. Me llamaron para que viniera a hablar con el detective Adam Ross. —sacó de su bolso la tarjeta que él le había dado para que supiera que se conocían de antemano.

—¿Usted es Isobel Hunt?

—Sí, lo soy. —le enseñó también su documentación y cuando la agente la verificó en sus papeles, se la devolvió.

—Por aquí, por favor.

Isobel la siguió hasta el ascensor, subieron un par de pisos y la agente la guió hasta una sala de interrogatorio. Era como la de las películas y series que le gustaba ver. Con una mesa y dos sillas metálicas en el centro, y el espejo que no era simplemente un espejo, en la pared de la derecha.

¿Estaría él al otro lado? ¿La estaría viendo ahora mismo? La pelirroja no pudo evitar echar un vistazo al gran espejo que le devolvía su reflejo hasta que la voz de la agente la hizo regresar a la realidad.

—Espere aquí. El detective Ross la atenderá en unos minutos.

—Muy bien.

La agente salió dejándola sola en la sala e Isobel tomó asiento dispuesta a esperar.

Adam Ross observaba a la pelirroja a través del espejo especial que había en la sala. La había visto llegar por la ventana de la oficina del segundo piso y se había dirigido rápidamente hasta esa parte oculta de la sala. Quería verla sin que supiera que estaba ahí.

¿Por qué? No tenía ni jodida idea de porqué, solo que había estado soñando con ese cabello pelirrojo desde hacía diez días. Se levantaba empalmado como si fuera un maldito quinceañero imberbe y sus manos firmemente apretadas en puños, queriendo retener las hebras rojizas que se le escapan cada mañana al despertar.

El secreto de la nieve roja (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora