Capítulo 14: Honor y lealtad

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2ª semana, Abril 2015.

Soho, Manhattan. Nueva York.


Daryne se removió inquieta, cruzando los brazos envuelta en aquella masculina sudadera que bien podría haberle servido como bata a juzgar por lo grande que le quedaba.

No podía culpar al tipo de ser tan grande más que a sí misma por tener un tamaño aparentemente tan reducido. De cualquier forma, el silencio fue algo incómodo mientras esperaba a que alguien contestase al timbre.

Escuchó como Benjamin carraspeaba por lo bajo.

—No me he equivocado, es esta la dirección.

—¿Qué? No he hablado apenas.

Se defendió él ante aquel ataque, aunque la media sonrisa en su rostro lo delataba, la forma en la que ella fruncía el ceño como una niña de cinco años a la que habían dejado sin caramelos no podía dejarlo indiferente.

—¿Por qué me miras así?

—Te he dicho qu...

La puerta se abrió interrumpiéndola y Daryne volvió a ver a la única persona de la que se podía fiar en Nueva York-y probablemente, en el resto del país- Isobel Hunt. Su sonrisa fue mitad de alivio y mitad de disculpa.

—Hola.

Isobel Hunt habría esperado cualquier visita excepto la que se encontró cuando abrió la puerta de su apartamento. No es que tuviera una gran vida social, podría a ver sido alguno de los empleados de su galería o quizás, Adam.

Se reprendió mentalmente, ¿por qué siempre acababa acudiendo él a su mente? No es como que tuvieran algo serio o formal, solo había sido un beso. Su primer beso. Que ella había correspondido con total entrega.

Murt! (mierda)

Pero no era Adam, sino Daryne. Viva y con esa sonrisa en la cara que daban ganas de echarle la bronca y protegerla al mismo tiempo.

—Espero que tengas una buena explicación. —soltó la pelirroja sin devolverle el saludo.

A pesar de qué estaba mirando a la morena y aún no se decidía si abrazarla o zarandearla, se dio cuenta que no había venido sola. Un hombre bastante alto la acompañaba e Isobel no pasó por alto el hecho de que Daryne no llevase ropas de mujer.

—¿Debo suponer que sois amigos dada tu vestimenta, Daryne? —el sonido de una puerta al abrirse llamó su atención. Ahí estaba de nuevo su vecina, la señora Collins. Pero hoy no tenía ganas de darle carnaza para sus cotilleos—. Pasad, será mejor que hablemos dentro.

—No, no somos amigos. —contestó rápidamente la djînn, como si aquella respuesta fuera completamente prioritaria por encima de todas las demás.

Mientras Benjamin se adelantaba a entrar al apartamento de Isobel, Daryne se volvió hacia la mujer que -no tan discretamente- asomaba desde su puerta y le aclaró

—No lo somos.

La mujer frunció el entrecejo y se apresuró a cerrar la puerta. Benjamin intentaba por todos los medios reprimir la sonrisa pero se le estaba haciendo una tarea ardua. Le dedicó una cálida sonrisa a la pelirroja, alargando su mirada sobre ella unos segundos. Le era extrañamente familiar...

—¿No eres tú la dueña del Gowdie's? —su mueca cambió de repente, suavizándose—. Disculpa, no me he presentado. Benjamin Ray, estuve en la exposición del mes pasado. —hubo un silencio general que lo puso algo incómodo y carraspeó antes de seguir—. Sí, soy un amante del impresionismo. Espero que quede en esta habitación. —añadió con un tono simpático mientras casi podía sentir como Daryne rodaba los ojos detrás de él—. De todas formas, no quiero molestar más de la cuenta. ¿Estás segura de que puede quedarse?

El secreto de la nieve roja (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora