Capítulo 5: La carta

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1ª semana, Febrero 2015.

West Lake, Nueva Orleans.


Isobel salió del taxi que la llevó desde el aeropuerto hasta la casa en la que vivía su prima Eryn. Mientras terminaba de pagar la carrera, se giró para mirar la vivienda: grande, de fachada blanca y antigua, pero hermosa. Típica de Nola.

Mientras escuchaba como el taxi se alejaba de allí, pensó que ya no había vuelta atrás. Era la primera vez que visitaba aquella casa. No era porque Eryn no la hubiera invitado infinidad de veces, era ella la que se había mantenido siempre al margen de la poca familia que tenía.

¿Por qué? La pelirroja pensaba que era una forma de auto protegerse a sí misma, pero cuán equivocada había estado. Todo lo que siempre había deseado había sido una familia que la quisiese y la aceptase como era, y alejar a Eryn solo por el miedo a que la rechazara como lo hizo su padre, había sido una manera injusta de prejuzgarla.

Aunque su madre siempre se lo había dicho, que podría contar con su prima cuando ella ya no estuviera. No tenía una muy buena relación con su madre, pero sabía que no mentía en ese sentido. Quería a su madre, de verdad que sí, pero verla y vivir cerca de ella le recordaba una infancia de maltratos que quería dejar atrás y tratar de superar. Olvidar no, esas cosas nunca se olvidan, tan solo se aprende a sobrevivir con ello.

Se sentía nerviosa e inquieta, y no sólo por lo que iba a descubrir o por las cosas que Eryn le fuera a contar, sino también porque era la primera vez que dejaba su galería. Era una adicta al trabajo pero confiaba en que su nueva asistente pudiera ocuparse de todo perfectamente en su ausencia.

Caminó por el sendero de acceso a la casa y se dio cuenta que había varios niños jugando en el espacioso terreno vallado de la vivienda. Sonrío ligeramente al verlos mientras se balanceaban en un gran neumático que colgaba de una cuerda de un enorme árbol, mientras subía los peldaños que la llevaban hasta la puerta.

Dos veces habían aparecido en su camino cosas que escapaban a toda lógica posible, a todo lo que conocía hasta ahora. No sabía si iba a haber una tercera vez, pero necesitaba estar preparada para ello en caso de que así fuera.

Sólo conocía a una persona que podría despejar sus dudas y estaba ante la puerta de su casa. Respiró profundamente y tocó el timbre esperando a ser recibida por la dueña del lugar.

—¿Listo?

—Listo.

La mujer sonrió viendo como Ellie se ponía en pie y llevaba satisfecha sus pequeños dedos al castaño cabello fielmente recogido en una coqueta trenza. La niña salió corriendo desde el salón al escuchar el timbre y apenas en unos segundos alcanzó el pomo de la puerta, abriendo ésta para recibir a la invitada.

Mo Mhuirnín.

Eryn estaba detrás de la niña y no dudó en abrazar a la joven pelirroja que apareció tras la puerta. Isobel era parte de la poca familia biológica que le quedaba, aunque esa no era la razón por la que apreciaba tanto a la escocesa.

Conocía los motivos de aquella visita y no podía fingir que no se sentía culpable al respecto. Así que una vez ella e Isobel estuvieron sentadas la una frente a la otra en la cocina tras una superflua charla para ponerse al día, decidió dejar escapar aquellas palabras.

—Lo siento mucho. Sé lo que pasó en Nueva York y yo simplemente...Debí haber imaginado que Daryne no controlaría la situación, no estaba en condiciones para ello. —dijo dejando la taza y sus ojos encontraron los de su prima menor—. Lo siento, Isobel. Fue una insensatez de mi parte, no se suponía que te enterases, no de esa forma.

El secreto de la nieve roja (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora