Disfruto ser parte de la nada.
No pertenezco a ningún lugar, no tengo un futuro por el que luchar, no tengo nada que ganar y por lo tanto nada que perder.
En un domingo cualquiera le pertenezco al destino y voy a donde sus corrientes me lleven.
No necesito una permanencia, no me hace feliz la rutina, deje de luchar contra la soledad y ahora me embriago con ella.
Si un día me confundo y pienso que estoy en casa tendré el fin que siempre, una lagrima y una copa de vino.