Una carta llena de odio

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Me considero una buena persona dentro de lo que cabe, y aunque parezca que no, mis actos no están hechos para hacer daño a nadie por mucho que los merezca.

Pero hasta las buenas personas merecemos enojarnos, porque, tal vez no seamos buenas personas todo el tiempo, decidimos hacerlo a veces y Justo esas veces es que nos lastiman.

Decidí perdonar por mi propio bien, pero perdonar sin sanar es dejarse la herida sin desinfectar y coserla.
Hoy siento ira, contra esas personas que tanto daño me hicieron y a quienes perdoné de corazón.

Siento ira porque siempre pensé que tendrían una buena razón para hacerme llorar hasta perder el sueño y comer solamente mis lágrimas, pero su excusa es más que banal.

No puedo arrepentirme del pasado porque no fui yo la que puso los factores si no la vida misma, pero si me puedo arrepentir de haber perdonado. ¿Por qué le regalo mi tiempo a personas a quienes no les interesa si vivo o muero?

Quizá soy una buena persona con tendencia a salvar casos perdidos, pero tal vez sea incapaz de jugar a la inversa. ¿Una cínica o una mártir?

Hay peores que yo, personas tan asquerosamente malas; tan malas que me dan ganas de llorar el darme cuenta que pueden ser así de malas. No las perdono, y aunque ya curé y superé ese ciclo de mi vida, voy a desinfectar la herida diciendo que NO los perdono.

No perdono personas que por razón banales me hicieron vivir un infierno.
Porque nadie merece sentirse seco por dentro.
Porque nadie merece sentirse olvidado o reemplazado.

Dulce infiernoWhere stories live. Discover now