EXTRA

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LUNA

Sucedió la tarde anterior al primer ataque.

Helge y yo habíamos pasado la tarde visitando Trondheim, el momento en el que todo ocurrió estábamos tumbados en el césped de un parque.

Yo apoyaba la cabeza en su muslo derecho, reinaba el silencio e incluso pensaba que se había dormido. Pero de vez en cuando se ponía a silbar “Sweet melody” de Little Mix, que era una canción que yo ponía por las mañanas cuando nos despertábamos.

-Al final voy a acabar odiando esa canción- le dije tan bajo que se pudo camuflar con el silencio.

Reprimió su risa, lo cual me hizo levantar la cabeza para mirarle, él nunca reprimía una risa.

-Cada día me da más miedo el gran parecido que te saco con Elin- agarró un mechón de mi pelo con suavidad y lo acarició mientras me seguía mirando.

-Le caía bien a todo el mundo- su tono de voz se relajó tanto que mi corazón dejó de ir rápido y comenzó a ir lento- No seguía a nadie, ella tenía su gran mundo interior tan desarrollado que era inexplicable. Tus ojos siempre que me ven sonríen. Y bailáis de la misma manera-

-¿Solo eso?- sabía la respuesta antes de hacérsela, pero quería que me mostrara más parecidos con ella.

-Muchas veces creo que teneis el mismo corazón, pero simplemente es que las dos sois igual de puras. Nunca tenía un mal despertar, lo primero que hacía por las mañanas era poner música. Por caóticos que fueran sus pensamientos, no trataba mal a nadie. Era dulce, alegre aunque no quisiera aparentarlo. Era única. Y eso quizá es lo que me vuelve loco- dejó de mirar a la copa de un árbol y observó mi boca como si fuera la primera vez.

Juro que se me olvidó como se respiraba. ¿¿Desde cuándo me gustaba Helge y porque no me había enterado antes??

-Cuando te conocí, estaba saliendo con la vecina de arriba, pero esa relación me recordaba mucho a Kurt Cobain y Courtney love, todo se basaba en las drogas. Fuiste como Elin en mi vida, escuchaste mi grito de auxilio en un mundo de sordos. La dejé cuando me descubriste los pinchazos- me explicó y yo solo supe reaccionar mirando a mis pies y sonriendo como una boba.

-Pero mujer habla- me pidió con una pizca de nerviosismo.

-Ha habido un momento en el que se me había olvidado el noruego. Me da pena que me estés comparando con un muerto la verdad. Pero no malinterpretes mis palabras, porque yo a ti también te quiero de la misma manera, pero ojalá Helge, tú y yo nos hubiéramos conocido en otra realidad. Una en la que Elin y tú estuvierais casados y solo fueramos buenos amigos- cuando terminé hice de nuevo contacto visual con él y en ese momento fue cuando me mostró un cachito de su corazón.

Helge estaba llorando a mi lado, no era un llanto descontrolado, pero tampoco eran un par de lágrimas. Lloraba en silencio mientras me sujetaba la mano con fuerza, entrelazando cada uno de nuestros dedos. Estábamos aún sobre el césped, pero nos habíamos sentado el uno al lado del otro.

-Ni en un millón de vidas te merecería Luna- susurró cuando ya había dejado de llorar.

-Tú piensas que no me mereces y yo creo que no seré lo suficiente para ti- fui sincera y también le mostré un trocito de mí.

Y ahí fue cuando pasó, me acarició la mejilla con una mano y con la otra sujetó mi cabeza y poco a poco se fue acercando a mis labios, hasta que ambos se juntaron delicadamente.

Una vez que llegamos a su apartamento no fue todo tan delicado como en el parque, más bien nos movíamos en movimientos bruscos, intentando estar cada vez más pegados.

-Mierda, aquí mejor no- se despegó de mi boca y me indicó con los ojos que mejor nos teníamos que meter en su habitación.

Aquella habitación siempre me había parecido sin vida, le faltaba algo pero tampoco sabía que era. Pero no me dio tiempo a repasarla de nuevo porque cuando Helge cerró la puerta, me estampó contra ella y me empezó a quitar la sudadera.

En ese momento sus labios y el juego que mantenía con su lengua me impidió sentir vergüenza una vez que él me desabrochó el sujetador. Sus manos me agarraban con fuerza las caderas, me apretaba contra la pared y me preguntaba cuando pasaríamos a la cama.

-No seas impaciente- dijo riéndose y supe que de alguna forma, él podía leerme la mente.

Le levanté un poco la camiseta y le toqué los abdominales que se tensaron tras mi contacto. Mmmm Helge ¿acaso no será esta tu debilidad?

-Una de ellas- respondió de nuevo a mi mente.

Se quitó la camiseta y besé cada uno de sus cuadraditos, cada centímetro de piel, mientras él ahogaba sus gemidos, intentando que así me frustrara y lo hiciera durante más rato.

-No eres el único que sabe leer pensamientos- le respondí y me tumbé en la cama.

Se tumbó encima de mí, separándome un poco las piernas para que notara lo mucho que le gustaba ese juego.

Nuestras bocas se unían apasionadamente y pensé que íbamos a pasarnos así horas. Pero poco a poco, sin que yo pudiera darme cuenta, me arrancó las bragas y me separó las piernas. Suavemente fue acariciando aquello que él mismo había despertado, haciendo así que mis ganas fueran aumentando.

-Dilo- me pidió observándome cuidadosamente. Cada peca, cada centímetro de piel, cada imperfección, cada estría se sintieron completamente amadas por Helge. Al igual que yo.

-No lo haré- le respondí mientras dirigía mis manos a las bragas para ponérmelas de nuevo.

“Has ganado Luna” pensó y seguidamente se bajó los pantalones junto a los calzoncillos.

LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora