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—Hola Hikari-chan. Lamento mucho no poder ayudarte en tu trabajo, pero no tengo ni la más remota idea cual es el diseño del que estés hablando. 

Me puse tan nerviosa, tanto que dejé de hablar por unos segundos que para mi percepción fueron minutos tan largos para convertirse en horas. Una vez escuché mi nombre ser dicho al otro lado de la línea continúe hablando.

—Rengoku, lo siento mucho, yo no sabía que era tu numero y estaba resolviendo unos pendientes de la oficina. En serio lo lamento. 

—No te preocupes, te llamaré luego ¿Está bien? Buena suerte con tu proyecto.

Tan solo decir eso, la llamada fue colgada y con ella, mi vergüenza del momento. Cubrí mi cara antes de escuchar una vez más el teléfono vibrar, esta vez con el numero registrado de Hiroshi. Tomé la llamada evitando mencionar lo anterior y continuando con nuestro labor. 



Durante los días siguientes Rengoku se encargó de mandarme mensajes todas las mañanas para saber como me encontraba, entre varios de los mensajes, mencionaba con ilusión nuestra salida del sábado.  En varios momentos también mencionaba no poder ir ese día al café porque tenía que hacer actividades de profesor. Tan solo nos conocíamos de días y podía sentir como iluminaba poco a poco mi día con un solo mensaje.


Jueves en la mañana y el cielo comenzaba a nublarse. Era raro que comenzara a llover durante finales de marzo, pero nunca estaba de más. A la hora de la comida entró por la puerta de la oficina de diseño la pequeña nueva secretaria de la empresa. Yameki Karime, estaba nerviosa, o más bien parecía que había subido las escaleras tan velozmente que la voz se le cortaba tan solo tratar de hablar.

—Oh hola Kari-chan— habló Hiroshi saludando con la mano y cerrando los ojos debido a la honesta sonrisa que sus labios tenían.

—Ka-Kato— colocó su mano en su pecho, respiraba agitadamente y se recargó con su mano libre en el marco de la puerta —, Kato-san, hay un paquete para usted en la recepción. 

Miré a Hiroshi, pues no habíamos pedido ni comida, ni mucho menos algún paquete. Levantó los hombros en un gesto de no saber absolutamente nada del tema, por lo que me levanté con cuidado y guíe a Yameki-san al elevador. 

—¿Por qué subiste por las escaleras?

—Era demasiado importante como para esperar el elevador— sonrió ampliamente colocó sus brazos detrás de su cuerpo —. Además, está bien, hacer un poco de ejercicio. 

una risita traviesa salió de sus labios y miró al frente nuevamente pues la puerta estaba comenzando a abrirse. En la recepción estaba la secretaría de siempre atendiendo llamadas, cuando me miró salir con un gesto me indicó acercarme, tan solo llegar a su lado retiró el teléfono de su oído cubriendo el micrófono de este con su mano.

—Tienes un paquete, está ahí— indicó la mesa detrás mía —. Que suerte tienes, linda.

Volvió a hablar por el teléfono y giré a ver la mesa. Un precioso ramo de tantas flores apenas pudiese contar, tal vez unas 20 o 25. Un precioso listón blanco sujetaba todo en su lugar y entre las flores una nota de un pálido azul. 

"No sabía que flores eran tus favoritas, pero te regalo estas por ahora
¿Podré verte hoy en el café? 
Kyojuro"

Mi cabeza no daba razones para que hubiera mandado flores a la oficina, fue cuando caí en cuenta de algo ¿De donde había sacado la dirección de mi trabajo? 

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Mi cabeza no daba razones para que hubiera mandado flores a la oficina, fue cuando caí en cuenta de algo ¿De donde había sacado la dirección de mi trabajo? 

Subí nuevamente a la oficina sin dejar de mirar como una niña tonta mi ramo, la nota y el precioso listón que las rodeaba. Olían tan fresco y me llenaban la cara de felicidad. 

Tan solo entrar Hiroshi dedicó su tiempo en mirarlas tan detalladamente como yo hace un rato.

—¿Son del profesor, verdad? Lo sabía, sabía que tenía algo raro.

—¿Raro? ¿De qué hablas?— dejé el ramo en un improvisado florero hecho con un vaso de refresco del restaurante de comida rápida que habíamos pedido. 

—La tarjeta, el suéter, la cena, que te llevara a casa, que te lanzara un beso. Te llama todos los días, o al menos te manda un mensaje ¿Acaso eres tonta Kato-san? Es obvio que le gustas.

—No soy tonta, Imasawa. Pero creo que si fuera verdad, las cosas están yendo más rápido de lo que jamás me haya pasado. 

Volví a mirar la pantalla de mi monitor para seguir trabajando, pues nuevamente estábamos cerca de una entrega. 

—¿Te molesta?— mostró un cigarro y le negué sutilmente mientras le veía abrir la ventana —. Dime Hikari, ¿acaso tú también te sientes atraída por él? Tal vez esa es la razón por la que aún no has detenido todo esto. Solo es físico, supongo, pero poco a poco estás sintiéndote tontamente perdida en él mismo idiota que te derramó café hace casi tres semanas. 

Recargué todo mi peso sobre el respaldo de la silla y suspiré fuertemente, tal vez tenía razón. Rengoku había sido una casualidad en mi vida, desde aquella mañana que derramó café sobre mí, hasta hace unos momentos que mando flores a mi nombre para decirme que me vería en el café. Todo era una casualidad tan extraña que me parecía un cliché más de aquellos libros de jóvenes que solían vender en el aeropuerto para que pudieras leer algo mientras esperabas tu vuelo. Sin importar cuantas vueltas diera a mi mente para buscar una explicación a mis tontas actitudes, mi corazón se sentía mas ancho y lleno tan solo imaginar su rostro, perfectamente detallado y su perfil sin igual. Entendía que mis sentimientos por él no solo me hacía sentir viva, me hacía descubrir sentimientos que nadie nunca me había hecho experimentar. 

—Creo que me siento atraída por él— solté y mi compañero aplaudió vigorosamente, provocando que le mirara al instante.

—¿Siempre fuiste tan tonta Kato-san? Ahora, trabajemos. Tienes que verte con el profesor en unas horas. 


𝙆𝙤𝙢𝙤𝙧𝙚𝙗𝙞 (𝙍𝙚𝙣𝙜𝙤𝙠𝙪 𝙆𝙮𝙤𝙟𝙪𝙧𝙤)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora