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Resfriado

寒い

Recorríamos entre tienda en tienda buscando la mejor opción de trajes para Rengoku, quien decía que un traje negro le haría verse como el profesor que ya era. Sin importar eso siempre veía con emoción las corbatas de colores negras y azules. Cuando estábamos por llegar a una de las ultimas tiendas pude notar mi cuerpo ser detenido en seco, pues Rengoku no soltaba para nada mi mano. Giré a mirarle, observaba detenidamente un traje liso en un azul rey delicadamente colocado en el maniquí, parecía un niño pequeño. Me acerqué a él envolviendo su brazo con los míos. 

—Te verías muy guapo en ese— buscó mi mano y la apretó fuertemente, desvió su vista hacía mi y besó mi frente —. ¿Entraremos a probarlo?

—Es obvio que sí. 

Nos tomó apenas segundo decidir por ese traje una vez se lo probó. Estaba indeciso entre su corbata negra y azul, un dilema que tenía desde las primeras tiendas. Todo se resolvió cuando una preciosa corbata apenas de un pálido azul con figuras pequeñas de soles en toda esta pasó por su vista. 

—Señor, disculpe. Esta corbata es de la zona infantil, es un poco más corta y...

—¡La llevaré!— miré a quien nos atendía y me dirigí al lado de Rengoku —. Hikari-chan, por favor, llevemos esta.

—Queremos esa corbata y el traje por favor— reí y sentí mi cuerpo ser rodeado por sus fornidos brazos. Coloqué los míos sobre los suyos unos momentos antes de soltarte para que se fuera a a cambiar. 

Al salir de la tienda, Rengoku rápidamente me jaló al escaparate de una tienda de elegantes vestidos que estaba cerca de la anterior. Confundida miré estos y después su rostro. Tomó mi mano con más fuerza y entramos a la tienda.

—Bien, es tu turno. Esperaré aquí hasta que encuentres algo de tu agrado y de no ser así dímelo e iremos a otra tienda.

—Pero, Kyoju...

—No Kari-chan, debemos ir combinados a esa fiesta y me dijiste que tu vestido de gala es de un rosa pálido, y mi traje no combina con ese tono— colocó su mano en su barbilla para después comenzar a susurrar —, aunque ni si quiera estoy seguro que color sea ese, pero será más fácil encontrar algo aquí. 

—Oye, me encantaría poder decirte que sí, pero has gastado demasiado dinero en mi y estos vestidos —tomé un precioso vestido largo de color azul marino con un escote en V con encaje en este. Seguido de esto miré la etiqueta "40590 yenes" —, son demasiado costosos.

Suspiró cansadamente al darse cuenta que mis palabras tenían razón. Tomó el vestido que anteriormente había mirado y lo descolgó del perchero. 

—Mídetelo, no le hará daño eso a nadie ¿no es así?

bufé sarcásticamente tomando el vestido y dirigiéndome a los probadores, apenas puesto miré como algunas partes que odiaba de mi cuerpo eran asentadas por la tela. Salí esperando la respuesta más negativa, pero en su defecto, me recibieron los brillantes ojos de Rengoku, llenos de emociones inexplicables para mí. Parecía saborear con la vista mi cuerpo y a su vez admirarlo como si de algo inexplicable y único se tratara. Se levantó con cuidado y extendió su mano, me pegó a su cuerpo y con la horrible música de fondo comenzamos a bailar como si la noche fuera nuestra. No podía dejar de verle sonriendo, disfrutaba cada cosa de él como si de mi vida dependiera ello.

—Te ves como, no lo sé, te ves preciosa, definitivamente este es tu color. Resalta muy bien tu cabello y esos precisos ojos esmeralda que tienes— no nos detuvimos y seguíamos bailando nuestro improvisado Vals en la tienda mientras cuidaba no pisar mis descalzos pies o el vestido —. Podría besarte.

—¿Qué te detiene?

—Que no sabría detenerme.

Nuevamente me encontraba ante sus pies, avergonzada por sus palabras. Nuestro baile terminó cuando fue necesario ir a cambiarme para regresar a casa. Antes de irnos de aquella plaza, tomamos un helado rápido que en esta ocasión pagué yo. Rengoku tomó nuevamente una foto, procurando que no saliera borrosa y le vi escribir algo y guardar su celular. Al subir al coche, unos segundos antes de partir me miró cuidadosamente, sujetó mi barbilla y me acercó a él. Un corto beso fue depositado en mis labios, partimos poco después siendo el radio el único acompañante en nuestro cómodo silencio.



A la mañana siguiente me ardía la cabeza como nunca, tan solo levantarme y ver la hora noté que mi turno empezaría en una hora. Escarbé entre las miles de pastillas en el botiquín para tomar algo que ayudara a mi cabeza dejar de dar tantas vueltas, logrando calmar el malestar el resto del camino al trabajo. No me sentía en el mejor estado para conducir, por lo que preferí tomar el metro. Durante el trayecto podía sentir el frío del exterior golpear violentamente mi cuerpo, tan solo llegar a la oficina me tomó al menos unas cuatro o cinco tandas de estornudos, eso no pintaba muy bien. Fui recibida por Yameki-san, la cual me brindó los pendientes de la semana próxima y me dio un poco del café que había traído de su casa porque a palabras propias "había hecho demasiado". Tan solo llegar a mi silla caí con cansancio, sentía el cuerpo pesado, pero debía aguantar ese dolor hasta después de las 10 de la noche, la hora en la que acabaría mi turno. 

Sentía las horas pasar lentamente, a este paso sentiría que un año en realidad era una década y que los segundos que pasaban en realidad eran horas. A la hora del almuerzo me quedé dormida en el pequeño sillón que teníamos cerca de la ventana y cuando estábamos por terminar los pendientes del día sentía mi espalda arder. Constantemente tenía que estirar mi cuerpo para evitar dolor en este.  Apenas dieron las 8 pedí permiso para ir a casa, pues a ese punto solo provocaría sentirme peor. 

Hiroshi quien también contaba con beneficios por parte de la empresa se encargó de llevarme a casa y decirme que comiera bien, pues posiblemente me había enfermado por estar en la lluvia ayer. Consideré la obviedad de su respuesta, pues esa era la razón más obvia. Ni si quiera pude cambiarme cuando toqué mi cama, durmiendo al instante por la fatiga que estaba sintiendo. 



estaba en una casa demasiado diferente a la mía, demasiado grande y decorada para mi gusto. Sobre el gran pasillo en el que me encontraba, con diferentes puertas que llevaban a otros lugares y detrás de mí la recepción con unas escaleras blancas que conducían a un balcón al segundo piso. La puerta fue golpeada una y otra vez. Una gran puerta color abedul que me costó apenas fuerza abrirla, al abrirse la luz del exterior lastimó mis ojos haciéndome cerrarlos al instante. 

La luz de la mañana lastimaba mi vista mientras mis pupilas se acostumbraban a esta, mi celular vibraba con desesperación contestando inmediatamente.

—Kyojuro-kun, buenos días. Lo siento tanto, creo que tengo un resfriado por haber estado bajo la lluvia ayer. No, no creo tener fiebre, pero no descarto la posibilidad.

las campanas de viento fuera de mi balcón comenzaron a sonar indicando que el viento corría velozmente, de entre el ruido logré escuchar nuevamente su voz, calmada y amable.

—En ese caso, iré a verte ahora mismo. No tardaré ¿Puedes abrirme? Llevaré comida.

Sonreí alegremente mientras miraba el celular, sin duda alguna su compañía me haría sentir mejor. 

𝙆𝙤𝙢𝙤𝙧𝙚𝙗𝙞 (𝙍𝙚𝙣𝙜𝙤𝙠𝙪 𝙆𝙮𝙤𝙟𝙪𝙧𝙤)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora