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Charlie estaba encantado de estar de vuelta en Arrow House. Saltó del coche y corrió por el césped.
—¡Mamá!
Hizo una seña a Leah, señalando los establos. Durante todo el viaje de regreso había hablado sin parar sobre volver a ver a los caballos. Enumerarlos todos uno por uno por nombre. Recordándole a Leah cuál era cuál. Aunque Toffee y Honey eran exactamente del mismo color, Toffee tenía un resplandor blanco y Honey tenía tres calcetines blancos. Leah sonrió, alegré de ver al niño capaz de correr. No tenía que preocuparse si él estaba afuera. Podía vagar por el gran espacio siempre que ella lo tuviera a la vista.
Tommy le abrió la puerta del lado del pasajero y la ayudó a salir.
—Me alegro de que pueda cansarse.
Ella tarareó de acuerdo.
—Sin embargo, supongo que deberíamos caminar con él hasta los establos. Nunca dejará de molestarnos.
Ella comenzó a caminar, pero los dedos de él se soltaron de los de ella.
—Hay una última cosa que debo hacer.
La caída en su rostro fue inconfundible. Se suponía que las cosas iban a ser perfectas una vez que todo estuviera resuelto. Pero todavía quedaba un cabo suelto del que Tommy tenía que ocuparse.
—Tom...
—Regresaré más tarde esta noche con un ramo de flores que será demasiado pesado para llevar.
Prometió con una mirada entrañable. Leah hizo un puchero pero suspiró.
—Entonces, date prisa.
La besó en la mejilla y esperó hasta que ella se fue con Charlie a los establos. Luego, regresó al auto y se dirigió hacia Margate.
Tommy regresó justo después de que Leah y Charlie terminaran de cenar. No estaba cargando con el supuesto ramo. En cambio, estaba sosteniendo su costado y conduciendo a un perro enorme. Mary fue la primera en verlo desde la ventana. El hombre subiendo a trompicones los escalones de la entrada. La mujer mayor se apresuró a ayudarlo.
—¿Está Johnny aquí?
Tommy resopló y le arrojó la correa del perro a Mary, que parecía desconcertada.
—Está en el comedor con su esposa e hijo. Sr. Shelby...
La despidió.
—Lleva a Cyril adentro, necesitará agua. Tal vez también algo de comida.
Mary tomó la correa con torpeza y miró al perro que babeaba. La bestia era enorme pero parecía muy dócil a pesar de las circunstancias de las que acababan de llegar.
Tommy logró entrar y llegar al comedor. La habitación estaba empezando a dar vueltas por el dolor que había sentido durante el largo viaje de regreso a casa. Irrumpió por las puertas del comedor donde Leah estaba hablando con Johnny; Charlie estaba sentado en su regazo casi medio dormido. Leah se levantó de un salto cuando vio a su marido doblado de dolor. La sangre se filtraba a través de los dedos que estaban presionados a su costado. La camisa blanca que había dejado puesta estaba teñida de rojo intenso.
