Capítulo 2. -

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Al llegar a casa notaron que había todo seguía igual.

Su padre estaba tomando como de costumbre mientras su madre limpiaba la casa con un enorme plumero, su padre sostenía la botella de alcohol con la mano derecha y un cigarrillo en la mano izquierda.

Se apresuraron y corrieron hacia su madre quien les hacía señas desde la cocina, ésta abrió el bolso y sacó su cartera para entregarles un poco de dinero y una lista de los comestibles que debían comprar, luego le tendió sus llaves a Deizanh para que el condujera, pues era el mayor y en quien más confiaba frente a un volante.

Su madre tenía un viejo Ford Taurus que había llegado en la mañana, mientras que el Ford fiesta azul de Deizanh todavía no estaba ahí.

Nabilean tomó el dinero y la lista mientras dejaba su bolso sobre la barra y caminaba detrás de su hermano mayor hacia el auto de su madre.

Nabilean y Deizanh no tenían una gran relación hermano—hermana, pero se limitaban a soportarse y a hablar de vez en cuando, pues había algo más aparte de la sangre que los mantenía unidos.

Su madre.

Deizanh tuvo que pedir indicaciones para poder llegar al supermercado, pero lo hicieron sin contratiempos. Nabilean se encargó de llenar el carrito con todo lo de la lista y algunas cosas más que eran necesarias y su madre había olvidado anotar.

No eran pobres aunque tampoco ricos, lo habían sido alguna vez pero su padre se había encargado de malgastar la fortuna, ellos aún conservaban sus fondos bancarios para la universidad y de vez en cuando utilizaban un poco de ese dinero para ayudar con los gastos de la casa.

— ¿Crees que esto esté bien?— preguntó a Deizanh mientras le mostraba una caja de macarrones para microondas. Había veces que su mamá no estaba en condiciones para cocinar y ella no tenía demasiado tiempo para hacerlo, así que recurrían a la comida preparada.

Él asintió mientras se encogía de hombros y una mueca extraña aparecía en sus labios. 

Deizanh odiaba que su madre estuviera indispuesta. Nabilean también.

—Sí, lo que sea. — respondió con todo hosco.

Depositó un par de cosas más y caminaron con el carrito hacia las cajas para pagar y marcharse de una buena vez.

Dejaron los artículos sobre la banda y esperaron a que la chica comenzara a cobrarlos mientras les lanzaba miradas extrañas a las cuales ya estaban acostumbrados, aunque seguía siendo incomodo.

Cuando por fin terminó Nabilean le tendió el dinero mientras le devolvía a su hermano la lista y él la guardaba en el bolsillo de su chaqueta.

Hacía un frío infernal y el invierno aún no llegaba, no sabían cómo sobrevivirían a ese clima.

La cajera le devolvió el cambió y los despidió mientras el chico que empaquetaba las compras las depositaba en el carrito. Nabilean le dio propina y los hermanos se apresuraron hacia el auto para dejar las bolsas de una vez por todas dentro del auto.

***

Las calles estaban húmedas y peligrosas, así que Deizanh tuvo que conducir con más cuidado y tardaron un poco más en llegar a casa.

Cuando entraron vieron que su padre se había marchado a la habitación por fin, así que comenzaron a  bajar las cosas con más calma.

Su madre estaba horneando carne y patatas en el horno, así que Nabilean le ayudó con el postre mientras su hermano ponía la mesa.

Esta noche sería tranquila, pues su padre no cenaría con ellos, sería una de las mejores noches de esa semana, estaban seguros de eso.

Comieron en silencio, solo con el murmuro de la televisión de fondo, así que después de recoger todo y lavar, ambos chicos se dispusieron a comenzar con su tarea.

Nabilean tenía que escribir un pequeño relato sobre algo que le llegara al corazón y no sabía por dónde empezar.

Sacó su computador y abrió un nuevo archivo para comenzar a teclear su nueva historia.

“Y había sido ahí, en ese justo momento cuando había notado que algo había cambiado.

Ya no era la misma chica de quince que se moría por él en secundaria, ahora tenía veinte y no dejaría que un simple mortal arruinara lo que había logrado construir con tanto sacrificio. Mary Anne no se sobajaría ante nadie de nuevo.”

Tecleó durante un par de horas más mientras intentaba no hacer demasiado ruido. Ya todos se habían ido a dormir menos ella.

La historia estaba quedando bien aunque no le convencía del todo.

En esos momentos se le dificultaba escribir sobre situaciones y sentimientos desconocidos como el amor y desamor.

¿qué era el amor?

Ni siquiera lo sabía, tenía una idea vaga de lo que podía ser, pero no estaba segura.

Amaba a su mamá, claro, incluso quería a su hermano y a veces a su padre, pero no era lo mismo amar a tu familia que amar a un chico, sentir que es el más especial y único, ese con quién crees que compartirás toda tu vida con él.

En cierto modo le resultaba patético, no quería depender de nadie más, ni siquiera de sus padres.

No podía visualizarse en el futuro como una ama de casa o un simple esposa que limpiaba, cocinaba y cuidaba de niños pequeños que no hacían nada más que correr, gritar y llorar por toda la casa. Eso no era para ella.

Guardó el computador y subió las escaleras con sumo cuidado para no despertar a los demás. Dejó sus cosas en el tocador y se puso el pijama con rapidez para meterse en el calor de sus sabanas.

Mañana sería un nuevo día y se moría por descubrir si sería igual o peor que el anterior.

Nabilean no era optimista, pues sabía que serlo solo empeoraba las cosas.

Traída de otro planeta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora