Capítulo 7. -

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Deizanh estaba demasiado celoso y molesto, se pasó todo el fin de semana intentando evitarla a toda costa, aunque no pudo.

Ese lunes por la mañana parecía un poco más calmado, aunque no demasiado. Manejó en silencio con la mandíbula apretada y sosteniendo el volante muy violentamente, y cuando ambos bajaron él la detuvo antes de que se acercara hacia Penny.

—No me gusta ese chico.

Ella lo miró confundida por un momento y luego todo encajó.

— ¿Colin Riggs?— preguntó.

Su hermano asintió.

—No me parece un buen chico.

Nabilean se encogió de hombros antes de contestar y alejarse.

—A mí no me parece bien que el viernes hayas besado a mi nueva amiga y no por eso voy por ahí gruñendo y lanzando comentarios estúpidos y sin sentido.

Deizanh la miró boquiabierto un par de segundos y luego frunció el entrecejo.

— ¿Quién te lo contó?

Nabilean arqueó una ceja en su dirección y rió.

—Tu cuerpo te delató, estúpido.

Colin Riggs le caía bien, le había comprado cafeína y donuts, la había llevado sana y salva a su casa, pero sobretodo, la había llamado princesa guerrera.

No había ningún motivo para que ella dejase de hablarle (aunque en realidad no se hablaban en absoluto).

Tomó a Penny Lane de la mano y la arrastró hacia el edificio sin decir ninguna palabra.

— ¿Qué pasa?— preguntó la pelirroja, Nabilean le hizo un gesto para que guardara silencio y subieron las escaleras de dos en dos.

—Necesito encontrar a Colin antes de que la clase comience.

Penny alzó y bajó sus cejas repetidas veces en su dirección mientras una sonrisa se apoderaba de su rostro.

—Ya te vi, pillina.

—Calla pervertida.

—Ahí está. — Señaló hacia el final del pasillo. — Corre antes de que entre.

Subió los pocos escalones que le quedaban y corrió por el pasillo intentando esquivar a las demás personas que querían pasar a la vez.

Logró abrirse paso entre dos chicas que conversaban animadamente y volteó su rostro hacia ella para disculparse, pero no dejó de correr hasta que chocó con una pared.

O eso pensaba.

— ¡Lo siento, lo siento!— exclamó una voz conocida.

Ella se había detenido agarrándose de lo primero que encontró (su cuello, claro) y eso había evitado su caída.

—Mierda. — Musitó ella. — Nuestro destino es chocar siempre, o que me mates, una de dos. 

Él rió.

Su risa se escuchaba y se sentía tan bien, que quería escucharlo siempre.

— ¿Estás bien?

—Sí. — respondió. — Solo quería entregarte esto.

Abrió el bolso marrón y sacó el suéter pulcramente doblado, olía a detergente y un poco a rosas. Nabilean siempre olía a rosas.

Traída de otro planeta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora