Prólogo. -

388 23 0
                                    

Nabilean nunca pensó que tendría que irse de Singapur, aunque seguramente tampoco pensé que todo sería un caos de la noche a la mañana. Ella tenía una buena vida, era una estudiante excelente y una buena hija, también una buena hermana, aunque Deizanh no lo pensara así. Todo era completamente perfecto, pero su papá lo había arruinado todo.

—Todo estará bien. — había dicho su madre, le había reacomodado el cabello oscuro detrás de la oreja y sonreído con falsa felicidad. — Ahí nadie nos molestará, seremos libres.

Pero Nabilean no le creía ni una sola palabra. Su madre era una buena mentirosa, sobre todo si se trataba de encubrir a su padre.

—No creo que eso pase. — Había dicho Deizanh, él solía decir todo lo que Nabilean pensaba y no quería expresar. — No puedo creer nada de lo que salgo de tu boca.

Se había puesto de pie bruscamente y luego alejado hacia el segundo piso, él se encerraría en su habitación por horas, y nada ni nadie podrían sacarlo hasta que estuviera completamente calmado. Él también era diferente. Toda su familia lo era.

Esa noche los cuatro habían hecho sus maletas, tomado sus papeles y el poco dinero que les quedaba, se habían marchado sin rumbo fijo, o por lo menos eso creían ella y su hermano.

Su padre tenía la facilidad de arruinarlo todo y joderles la vida en niveles distintos, ella y su hermano estaban hartos, pero no podían hacer nada al respecto.

Nabilean estudiaba escritura, y después de terminar su carrera estudiaría psicología, para ayudarse ella misma y ayudar a su madre, la cual obviamente estaba mal.

No era como si todo fuese a cambiar de la noche a la mañana, ella lo sabía, pero aún tenía la esperanza de que algo se removiera en el interior de sus padres y comenzaran a cambiar.

—No quiero serlo. — Había dicho ella, sus ojos se habían llenado de lágrimas y su madre solo volteaba hacia otro lado tratando de ignorarlo. — No quiero comenzar de nuevo.

Su madre suspiró y volvió a tocar su cabeza con suavidad, acomodando y desacomodando su cabello.

—Es por nuestro bien. — dijo. — Será mejor así para nosotros.

Así que al día siguiente por la madrugada habían partido muy lejos de Singapur, hacia un lugar donde todas esas personas no pudieran encontrarlos nunca.

Partieron justo a tiempo.

Traída de otro planeta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora