Había demasiada comida, y todo olía de maravilla. Nabilean no pudo reconocer todo, pero se comió todo lo que le habían servido.
Tomaron chocolate caliente con donuts después de haber cenado, pues todos seguían en la mesa, al parecer era costumbre comer y quedarse ahí un rato para platicar.
El señor Robert dio un sorbo a su taza de chocolate y ladeó su cabeza hacia Nabilean.
—Y, cuéntame Nabi, ¿qué estudias?
Ella limpió las comisuras de sus labios y dejó la taza en la mesa.
—Escritura, igual que Colin.
Él asintió.
— ¿Tus padres no te dijeron nada sobre estudiar eso?
Es solo hecho de mencionarlos la puso rígida, era como si le hubiesen echado un balde de agua fría encima.
A sus papás no les importaba lo que hiciera. Quizá un poco a su mamá.
—No, en absoluto, aunque mi hermano se quejó un poco y dijo que era más bien algo de entretenimiento en lugar de un futuro oficio.
— ¿Tienes un hermano?— preguntaron Lena y los señores Riggs.
Nabi asintió.
—Es dos años y medio mayor que yo y estudia Comercios internacionales.
Lena hizo una mueca.
—Yo pensé que era menor, te iba a pedir que me lo presentaras.
Movió sus labios en un mohín y todos los demás rieron.
Siguieron conversando por unos minutos más, Nabilean insistió en ayudar a limpiar pero la señora Jules se negó rotundamente y mandó a todos a la sala.
Miraron La gran pelea y cuando el reloj marcó las cinco, Nabi se puso de pie, provocando que Colin hiciera lo mismo, pues él sabía que ya era hora de llevarla a su casa.
—Debo irme. — musitó ella, se acomodó el suéter y tomó la bufanda del perchero. Colin le ayudó a ponérsela. — Es un placer haberlo conocido señor Robert. — Dijo estrechándole la mano. — Adiós Lena, me despides de tu madre y los gemelos, por favor.
Colin sacó las llaves del bolsillo e hizo un movimiento hacia su padre.
—Ya vuelvo.
Él asintió.
—Se van con cuidado, ¿sí?— dijo hacia su hijo. — Vuelves cuando quieras Nabi.
—Gracias.
Colin canturreó mientras conducía hacia la casa de Nabilean, era agradable tenerla ahí, aunque fuese solo en silencio, apoderándose de su espacio personal y del asiento del copiloto de mi preciado auto (al cuál no dejaba subir a cualquiera).
Le gustaba tanto que si ella le hubiese pedido la luna, abría hecho lo posible por conseguírsela.
Pero Nabilean no era ese tipo de chicas que piden cosas tontas como lunas o estrellas. Ella bien podría pedirle un arma o un saco de boxeo. Quizá algo extraño.
Estacionó la camioneta en frente de su casa como las veces anteriores, y ella se acercó hacia él nuevamente. Por un momento él pensó que le daría un abrazo como la tarde anterior, pero de pronto ella acercó demasiado su rostro hacia él y aplastó sus labios contra los de él.
Apenas y le dio tiempo para reaccionar. Ella sabía tan bien lo olía, así que cuando ella intentó retirarse, él le puso una mano en la nuca y la acercó aún más hacia él y profundizó el beso, intentando recordar ese momento para siempre.
Ella se soltó de su agarre y lo miró durante un par de segundos. Estaba agitada y con el rostro rojo, demasiado avergonzada.
Se bajó del auto sin decir nada y corrió hasta si casa sin voltear hacia atrás.
Colin pensó que lo había arruinado todo.