Nari y Minho no se soportan. O eso es lo que hacen creer al mundo, porque en realidad tienen muchas cosas en común, como las ganas que tienen de callar al otro con un beso.
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Cuando Nari y Minho se conocen, todo lo que podría salir mal, sale mal...
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Nari se sorprendió cuando se dio cuenta de que echaba más de menos a Minho de lo que en un principio se pensó.
No era que no hablasen, lo hacían a diario. Se notaba que el idol tenía demasiado tiempo libre, más del que estaba acostumbrado y se aburría, no dejaba de enviarle mensajes contándole cualquier tontería, al igual que muchos audios de voz que a veces la dejaban sorda, porque hablaba bajito para luego chillar de la nada.
Era obvio, lo echaba de menos porque hacía semanas que no le veía. Aunque se quejase de que no le gustaba que se presentase por sorpresa en su apartamento, algo que a Minho le encantaba hacer, se había acostumbrado a ello.
—Blandita, ¿cómo estás? ¿Echándome mucho de menos?
Nari negó con la cabeza mientras veía la sonrisa, tan típica del chico, adornar su rostro a través de la pantalla de su móvil.
—Estoy muy tranquila.
—Ya, seguro... —Se le ensanchó la sonrisa como si supiese la respuesta a la pregunta—. Sé que me echas de menos.
—No te lo creas tanto.
—Me creo la realidad, no intentes mentirme, blandita, sé muy bien cuando lo haces. Te conozco —habló muy seguro de sí mismo, regodeándose de ese hecho—. Yo sí te echo de menos.
—¿Lo haces? —preguntó, sorprendida.
Ninguno de los dos era de admitir ese tipo de cosas en voz alta, preferían hacerlo de forma indirecta, ambigua, con gestos y acciones, pero que entendían a la perfección. Pocasveces eran tan directos.
—No sé por qué pones esa expresión, sé que tú a mí también me echas de menos. Al menos yo lo reconozco. —Encogió el hombro que no tenía lesionado y la miró fijamente—. El domingo vuelvo.
