Thomas rodeó el cuerpo de su amigo, si es que se le podía llamar así, y lo cargó hasta el ascensor, pidiéndole ayuda a una señora.
-¿Podría…? –ni siquiera alcanzó a terminar de formular la frase cuando la mujer lo interrumpió, entendiendo a la perfección qué era lo que quería decirle.
-Cómo no. ¿A qué piso vas? –el rubio miró a Dylan y rodeó los ojos cuando lo vio tan ensimismado en sus propios pensamientos.
-A tres metros sobre el cielo… -respondió el castaño por ambos, hipeando duramente, como si el corazón estuviese asomándole por el pecho–. Trombón, ¿ya has visto esa película? Cuando Hache le hace el amor a la…
-No, Dylan, no la he visto. Ahora cállate y deja de hacer el ridículo, por favor –hizo una pequeña pausa y luego se dirigió hacia la señora–. Vamos al piso número once.
Dylan frunció el ceño y comenzó a acorralarlo contra una de las paredes del ascensor. Para la mala suerte de Sangster, en vez de paredes, había grandes y relucientes espejos. Podía ver su reflejo: sus mejillas enrojecidas por la vergüenza y su cabello totalmente despeinado.
La caja se detuvo con sutileza en el quinto piso, por lo que la señora se despidió con un ademán de mano y se bajó del ascensor.
-Gracias –le dijo el rubio antes de que volvieran a cerrarse las puertas.
-Ahora estamos solos… -le anunció el castaño, tomándole las mejillas con ambas manos.
-Sí, bueno, no lo había notado –le dijo con sarcasmo, pero él pareció no pillarlo. Thomas se cruzó de brazos y rezó en voz baja por que llegaran cuanto antes a su piso correspondiente. Sin previo aviso, Dylan se arrodilló en el piso, quedando en frente de él. Acercó desesperadamente sus dedos a la cremallera de su amigo y comenzó a bajarle el cierre del pantalón sin el menor cuidado.
-Dylan, para, ¿qué haces? –intentó quitárselo de encima, pero su amigo no tenía intenciones de soltarlo. Le levantó la camisa con dedos temblorosos por la excitación y le besó el estómago, justo debajo del ombligo, lamiéndole la piel. Los vellitos de todo su cuerpo se erizaron, advirtiéndole que iba a quedar la grande si no lograba desprenderse de él ahora ya.
-Mmmm… -ronroneó el castaño entre hipos.
Thomas sólo lograba ver una mata de pelo oscuro desde su punto de perspectiva, pero podía imaginarse los ojos verdosos de O’Brien, o sus labios rosados…Lo tomó del cabello, sin intenciones de lastimarlo, e intentó apartarlo una vez más antes de perderse una eternidad con sus caricias.
Las puertas volvieron a abrirse en el piso número nueve, dejando ver a una pareja de mediana edad. Gracias a Dios había podido inmovilizarlo hasta empujarlo al otro extremo de la pequeña cabina. No se sentía para nada feliz con lo que había hecho, pero era la única solución que se le había ocurrido en ese momento; Dylan le miraba con odio, como si Thomas fuese la persona más despreciable de todo el universo.
¿Por qué siempre le rechazaba? ¿Quién diablos se creía…, el rey del mundo? Bueno, sí era el rey de su mundo, pero eso no le daba el derecho de jugar con sus sentimientos. El castaño recargó la espalda contra el espejo y se echó a reír al recordar una conversación que había tenido con un amigo hace un par de días atrás.
-¿Qué hago para que nadie más se le acerque cuando no estoy presente? –le había preguntado Dylan a su amigo.
-Orínale encima para marcar territorio… -le sugirió la otra persona en tono burlón, dejando salir una sonora carcajada que lo contagió al instante.
-No, no, no. Tengo una mejor idea. Voy a calentar esos fierros que utilizan con los burros y le marcaré de por vida mi nombre en su frente… Thomas Sangster, propiedad de Dylan O’Brien…
-¿De qué te ríes? –le preguntó el rubio cuando ya estuvieron afuera de esa sofocante caja. Le daba ternura y, especialmente, curiosidad saber hasta la más mínima cosa que hacía reír a su chico… es decir, su amigo.
-No-Te-Im-Por-Ta… -le respondió en un tono cantarín, con un dejo de diversión–. No te importa –volvió a decirle.
-Claro que me importa, ¿Qué te da tanta risa?
-Voy a orinarte encima si no me dejas en paz –le amenazó el castaño, haciéndole frente. Thomas no entendió qué quiso decirle con eso, y tampoco le preguntó nada al respecto.
Dylan sacó el llavero e intentó meter la llave correcta en la cerradura.
Estuvo aproximadamente dos minutos dándole vueltas, forzándola, hasta que el rubio se cansó y le arrebató el objeto de las manos.
-Ey, pero ¿qué mier…da?
Thomas logró abrirla al primer intento, dándole espacio a su amigo para que pudiera entrar a su propio departamento.
-Supongo que este es el adiós.
-No seas melodramático, Dyl, nos vemos mañana. ¿Vale?
-Vale tu abuela. Yo paso. Mañana me veré con Tyler.
Y se lo decía en serio. Hace tiempo que no veía a su mejor amigo y qué mejor que juntarse este fin de semana largo. A Sangster le llegó la noticia como un balde de agua helada, por lo que frunció el ceño y torció un poco la boca, sin ocultar su molestia.
-Pensé que aprovecharías este último día conmigo, ya sabes, antes de que… -Dylan dejó escapar una carcajada, furioso.
-Y yo creí que nos veríamos antes de comenzar las grabaciones de Cura Mortal. Cómo son las cosas de la vida… Ya está, nos vemos en unas semanas más.
O’Brien iba a plantarle la puerta en plena nariz cuando Thomas interpuso su mano en el último segundo.
Ninguno de los dos dijo nada, aunque ambos morían de ganas por confesarse tantas cosas. Los ojos de Sangster no lograban despegarse de los de Dylan, que parecían moverse de un lado al otro, analizando el rostro del rubio que permanecía contraído por tantas emociones acumuladas. El castaño no pudo evitarlo, lo tomó de las solapas de su chaqueta y lo acercó a su cuerpo, juntando pecho con pecho. Thomas negó lentamente con la cabeza, mirándolo desde arriba totalmente acobardado; se relamió los labios y no se lo pensó mucho más: se lanzó a él en un rápido movimiento.
Dylan no estaba tan sorprendido, el alcohol le había hecho ver la verdad absoluta sobre su amigo… Thomas le deseaba igual o más que él. El rubio lo tomó en brazos y cerró la puerta a sus espaldas de un solo portazo, llevándolo hacia la cama, lo posicionó sobre el colchón, acomodándose entre sus piernas. O’Brien se separó de su boca, besándole el cuello con desesperación… hace tanto tiempo que había estado deseando que sucediera esto. Aún recordaba aquella conversación con Kaya:
-No creo que necesites nada más que a Pettyfer sin camisa.
-A Brodie Sangster sin camisa –le había respondido él en ese entonces, y hablaba completamente en serio. Con lo único con lo que fantaseaba durante estos meses era verle sin remera.
Thomas comenzó a bajarle los vaqueros. De vez en cuando recorría su estómago y le besaba la piel, lo que hacía retorcer a Dylan. Entonces ese sentimiento de angustia volvió a inundarlo, como aquella vez en que casi se besan. El castaño había temido que Thomas sintiera algo por él y que finalmente él también terminara enamorándose del rubio… ¿Debería separarse o seguir con esto? La respuesta era obvia. Comenzó a quitarse el bóxer con tal de ayudarlo a empezar con esto de una buena vez. Estaba vuelto loco. Ya no le importaban las consecuencias porque sabía que, al fin y al cabo, ya estaba enamorado de él y no podía luchar contra eso nunca más.
-¿No me dirás nada? –le preguntó con decepción, pero igual de extasiado que antes. Thomas lo miró con confusión y se separó un poco de él.
-¿A qué te refieres? –le preguntó devuelta, el castaño estaba borracho, pero no tenía un pelo de idiota.
-No sé, ¿piensas follarme y luego irte con Isabella?
-No, Dyl, qué mierdas estás hablando… ¿Cómo…? –las palabras casi no podían salir de su boca. Su respiración era agitada y sus ganas de penetrarlo se intensificaban cada vez más. No podía pensar con claridad. Ni siquiera se le vino a la mente su novia cuando él había mencionado su nombre… “Ah. Bella”, recordó con un sentimiento de culpabilidad por estarle siendo infiel, y lo peor de todo, ¡con un hombre! ¡Con su amigo! Se mordió le labio inferior y deseó que las cosas fueran más sencillas. Entonces se le vino una idea a la mente.
Besó por segunda vez su cuello y le lamió el lóbulo de la oreja con la esperanza de que Dylan se dejara de preguntar huevadas.
-Ey, no, Thomas. Deten…te, por favor –llevó las manos al pecho de su amigo e intentó quitárselo de encima–. ¡Para! ¿Puedes dejar de evitar el tema?
Al ver que el rubio no le respondía, añadió:
-Siempre con lo mismo, Sangster. Te me acercas y esperas a que yo olvide nuestra conversación… ¡Es algo que tenemos pendiente desde el día del casi beso!
-Pensé que…
-¡No pienses más! Haz lo que sientas que debas hacer, y si eso significa acostarte conmigo y terminar con Isabella mañana porque eso es lo que te dice tu corazón… ¡Hazlo! Pero no sigas jugando de esta manera conmigo.
-Vete a la mierda. Tú eres el que juega, Dylan.
Thomas se paró de la cama con la cara enrojecida de la rabia, y O’Brien tuvo que contenerse las ganas de ir a por él y besarlo otra vez. El rubio abrió la puerta y la cerró de un portazo para luego pegarle una patada a la madera, haciéndola crujir.
El castaño se quedó poco menos con la boca abierta. Estaba desnudo de la cintura para abajo y se sentía avergonzado por haber caído tan fácilmente ante él.
-¿Por qué lo hice? –se preguntó a sí mismo en voz baja. Tenía la sensación de haberse entregado a él sin la necesidad de sellarlo con sexo. Las lágrimas se le acumulaban en los ojos y eso le provocaba picazón y dolor al mismo tiempo.
Escuchó unas cuantas cosas romperse en la habitación contigua, que era en la cual dormía Sangster, y Dylan imaginó muchas barbaridades con cada objeto que el rubio hacía estrellar contra la muralla. Cansado, tomó su celular e ingresó la clave de su Facebook personal, dio click en configuraciones y bloqueó a su amigo… la persona que más quería ahora mismo, pero que a la vez, más odiaba.
Sin esperar a que Thomas se diera cuenta de lo que acababa de hacer, etiquetó a Britt (su novia) en una publicación y le escribió: “dejaré de ser un novio de mierda”, acompañado de una foto collage de los dos juntos. Algo así como una promesa, o quizás una meta… lograr olvidar a Thomas y lo que había ocurrido recién.
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Dylmas (Dylan y Thomas)
Fanfiction¡HISTORIA BASADA EN HECHOS REALES! -recuerden siempre leer las letras pequeñas- Después de un encuentro sexual entre Thomas y Dylan, donde el primero solamente deseaba aclarar si lo que sentía por él era amor o atracción, se desencadena una serie de...