Tres palabras

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Luego de despedirme de Tyler, me subí a mi moto y tomé como plan definitivo ir a visitar a Dylan. Lo menos que podía hacer era disculparme por todo lo ocurrido. Ya me ingeniaré una forma de sonsacarle lo que sea que nos esté ocultando a todo el mundo y, si es necesario, guardaré su secreto si merece la pena hacerlo.
Viajo en silencio. El aire me azota el casco y a veces se me nubla la vista cuando me inunda la tristeza. En más de una ocasión me detengo en seco para tomar los caminos de retorno, pero sigo adelante después de gritarme a mí mismo que no soy más que un cobarde por siquiera pensar en huir.
Aprieto los dientes con fuerza y siento cómo se me tensa la mandíbula. No quiero ir. No quiero. Entonces un inesperado recuerdo atraviesa mi mente, y la sensación de calidez que emanaba el cuerpo de Dylan aquel día me hace doler el pecho.
No quiero ir y tener que enfrentarlo, pero sería mucho peor regresar a mi departamento y dar por terminado el asunto. Eso significaría perderlo, y no puedo permitírmelo.
Si hay una mínima cosa que me ha hecho sentir vivo en este último tiempo, ha sido él. Aunque sea su recuerdo y la melancolía que me ha dejado su ausencia. De solo imaginar sus enormes e imprudentes ojos cafés, o su boca semiabierta que siempre me hacía creer que estaba por decir algo, como si las palabras se hubieran perdido entre sus labios, hacen que se me seque la boca y que la vista se me torne borrosa. Una luz roja brilla enfrente de mí y no me doy cuenta de lo que es hasta que un auto a mi costado me toca la bocina. Me he cruzado un semáforo en rojo por andar distraído.
-Está bien que te guste, Thomas, pero no te vuelvas estúpido por ello –me reprende mi voz interior. Tiene razón. He sido muy imprudente.
El corazón me late desbocado. Estoy ansioso por verlo, aunque me niegue a aceptarlo. No veo el momento en que llegue hasta allí y aparezca él majestuosamente, abriendo sus brazos para envolverme en un cálido abrazo. Oh... sus abrazos. Lo extrañaba tanto.

Cuarenta minutos después, me encuentro estacionando mi moto afuera de su casa. Me quito el casco con impaciencia y subo a la vereda para dirigirme hacia el timbre. Presiono el botón dos veces y apoyo la espalda contra uno de los pilares que sostienen la reja.
-Maldición, Tyler, me tenías tan preocupado –dice Dylan desde adentro, pero se calla enseguida cuando abre la puerta y se da cuenta de que quien está realmente allí parado soy yo y no su amigo.
Su expresión de molestia y preocupación pasa a una de tristeza mezclada con confusión. Engancho los dedos a la reja y me limito a observarlo desde la lejanía.
-Dylan... hola –lo saludo, apartándome unos centímetros para que pueda verme mejor.
O'Brien lleva puesto solo su pijama gris y va descalzo por ahí como si se tratase de la época más calurosa del año. Deseo regañarlo por ello, pero mi voz interior me detiene. No puedo ser tan desubicado de venir hasta su casa, sin disculparme aún, y retarlo porque no se ha puesto zapatos.
-Trombone... Thomas –niega con la cabeza cuando se da cuenta de lo que ha dicho y se corrige de inmediato–, ¿necesitas algo?
-Pasaba por aquí de casualidad y pensé en venir a visitarte –mentí. Pocas veces me he sentido tan acojonado y su fría mirada no me ayudaba en mucho a relajarme y tomarme las cosas con calma.
-Ah, está bien. Espérame.
Veo que retrocede un paso y entra a la casa para buscar algo. Cuando vuelve donde estoy, hace sonar un llavero, mete la llave en la cerradura y gira muy lentamente de ella. Por un momento pienso que lo hace a propósito: alargar nuestro inevitable reencuentro.
La reja chirria de una manera desagradable y me veo tentado a taparme los oídos.
-Lo siento. He llamado para que vengan a arreglarla, pero el chico aún no viene –se excusa como si hubiese leído mis pensamientos.
Me hace a un lado para quitarme de en medio y cierra la reja, produciendo otra vez ese horrible sonido. Veo que levanta una mano para tocarme la espalda, pero la deja caer nuevamente a un costado de su cuerpo.
Quiero que me toque y yo también quiero hacerlo. Quiero envolverlo con mis brazos y pedirle perdón por todo lo que pasó hace semanas atrás. Me gustaría hacerle ver que me arrepiento de las razones por las cuales hice lo que hice, sin que piense que me arrepiento de lo que hemos hecho. Con el tiempo he comprendido que fue una de las mejores cosas que me han sucedido jamás, ¿por qué habría de estar arrepentido por ello? Pero tampoco sé cómo explicárselo y hacer que me entienda.
"Es más astuto de lo que piensas", fueron las palabras de Tyler... Quizás sí que pueda entenderme si me esmero en hacerle saber que lo quiero.
-¿Vas a entrar o prefieres morirte de frío allí afuera? –pregunta, sacándome de mis pensamientos.
Asiento con la cabeza y esbozo una pequeña sonrisa. No quiero ser tan obvio con respecto a mis sentimientos, a pesar de que él lo sea con los suyos.
-Claro que no quiero quedarme aquí –digo, rozando su brazo con el mío cuando paso por su lado–. Por cierto, deberías ponerte zapatos o vas a resfriarte.
-Ah, no te preocupes. Estaba acostado en el sillón viendo una serie.
Me detengo en el centro de la sala y observo el televisor. Tiene un capítulo de The Walking Dead puesto en pausa. No es que sea un fanático de la serie, pero la cara de Carl se me hace imposible de olvidar.
-Creí que ya habías terminado de verla –le comento con un tono de reflexión. Sí, me parece que Dylan me había dicho en una oportunidad que la veía mientras ésta iba siendo actualizada, pero la cara que tiene Carl no es a como la tiene ahora. El crío de la pantalla no debe tener más de diez años.
-Qué observador eres –me alaga, sentándose en el sillón más largo y haciéndome una seña para que vaya con él–. La estoy comenzando a ver de nuevo mientras espero a que salga la nueva temporada. ¿No te molesta que veamos esto? ¿O tal vez prefieres ver otra cosa?
-No, no. Esto está bien.
Me dejo caer a su lado y tiemblo del pánico cuando nuestras piernas se tocan. Me pregunto si lo habrá notado, o si para él tendrá una mínima de importancia aquel roce.
-¿Quieres comer algo? Me quedaron nuggets de pollo de los que me trajo Britt ayer.
Retengo esa información casi por inercia. El día de hoy ando más paranoico que de costumbre, pero tengo el presentimiento de que lo que ha dicho ha tenido alguna relevancia. No sé en qué, ni por qué, pero sé que la ha tenido.
Algo en su forma de decir que su adorada noviecita le ha traído su comida. O quizás solo son celos y debo olvidarlo. Sí, deben ser celos.
-Bueno, pero solo un poco –acepto.
-¿Con salsa? –me toma de la mano y atrapa mi atención. Sus dedos alrededor de los míos me paralizan. No sé qué me ha preguntado–. ¿Los quieres con salsa? –repite.
-Ah, sí, sí.
Noto cómo reprime una sonrisa y pareciera obligarse a sí mismo a no reír, entonces se pone de pie y desaparece en lo que yo deduzco que debe de ser su cocina. En la casa reina el silencio y me inundan las ganas de volver a poner la televisión por miedo de que se escuchen los fuertes latidos de mi corazón. Oigo un pitido en los oídos y me hundo en el sillón más y más, con la esperanza de desaparecer.
Dylan regresa al rato con un plato en una mano y con un vaso con jugo en la otra.
-Es todo lo que tengo para beber. No quiero que te ahogues con la comida y verme en la obligación de darte respiración boca a boca –bromea, pero no me hace una pizca de gracia. Ahora mismo siento que podría ahogarme hasta con mi propia saliva. Me entrega el plato y el vaso y se aleja para buscar algo.
-Y yo prefiero que llames a emergencias a que tengas que besar... darme respiración boca a boca. Aunque, la verdad, ese no es el procedimiento que debes seguir en caso de estarme ahogando con un trozo de comida –le sigo el juego, maldiciéndome a mí mismo por lo que estaba por decirle.
Dylan me saca la lengua y arrastra una pequeña mesita hasta dejarla frente a mí. Me dice que ya puedo dejar las cosas ahí, y se vuelve a sentar a mi lado. Esta vez, se acerca un poco más hasta tener su pierna bien presionada contra la mía.
Trago saliva con dificultad y hago un ademán con la mano para decirle que ya puede poner su serie.
A pesar de que intenta parecer relajado, sé que le incomoda estar sentado en un mismo sillón conmigo, pero tampoco ha ido a sentarse en el otro que queda libre. Su mirada se ha vuelto ajena y parece otro chico, uno más maduro y despreocupado, pero sé que muy en el fondo debe de andar ese muchacho tímido e infantil de siempre.
Mastico un nuggets intentando olvidar el hecho de que ha sido Britt quien los ha comprado, y hago mi mejor esfuerzo en disfrutarlos, pero se me hacen desabridos. Cuando ya me he comido tres y voy por el cuarto, lo dejo caer en el plato y tomo un gran sorbo de jugo para pasar el sabor.
-¿No te gustan? –me pregunta Dylan, subiendo ambos pies sobre el sillón y abrazándose sus piernas.
-Sí, es solo que no tenía mucha hambre.
Asiente con la cabeza y noto que, de vez en cuando, me mira de reojo. Observo la pantalla detenidamente y hago como si no lo hubiera pillado mirándome.
El esfuerzo que hago para evitar devolverle la mirada hace que empiecen a pesarme los párpados. No he dormido en toda la noche y con toda la emoción que he pasado en la casa de Tyler, simplemente me siento tan... tan... cansado.
El calor que procede el cuerpo de Dylan me recuerda a aquella vez en que nos enrollamos. Deseo abrazarlo y que él me envuelva en sus brazos. Con el paso de los segundos, mi cuerpo se rebela y se niega a seguir cumpliendo las órdenes que le impone mi consciencia, la única parte racional que poseo. Lentamente comienzo a cabecear y, en pocos minutos, ya me encuentro durmiendo sobre su hombro.
Estoy durmiendo, o al menos mi cuerpo lo está, pero una parte de mi mente sigue despierta y sabe que no puedo permitir que la situación se me salga de control. Debo despertarme, debo... hacerlo.
No puedo ver nada, pero siento que las manos de Dylan me tiran hacia él y me abraza con cuidado. Entonces me resigno y dejo que el sueño me atrape.

Dylmas (Dylan y Thomas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora