Para mí estás muerto

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Me gustas, habían sido las palabras exactas de Dylan... Y tú a mí, fue la única respuesta de Thomas, quien podía jurar que el castaño no lo iba a malinterpretar. De todas formas, este momento le iba a servir para sacarlo de dudas, ¿realmente estaba enamorado de Dylan o no era más que una simple calentura?

-¿Te gusto? —le preguntó sorprendido O'Brien a su amigo, que estaba encima de él. El rubio se pasó una mano por el pelo mientras que la otra la utilizaba para afirmarse en la cama.

-Sí, claro que sí, Dylan.

Esa confesión lo había puesto contentísimo, por lo que aprovechó el impulso y tomó a Sangster de los hombros para cambiar de posición y quedar él ahora sobre su amigo. Sus manos volvieron a moverse con desesperación mientras intentaba desabotonar su camisa.

-Déjame ayudarte —le dijo Thomas, pero Dylan le pidió que guardara silencio.

-Ya puedo hacerlo yo. Espera...

Sus dedos temblorosos le dificultaban el trabajo, por lo que el rubio insistía una y otra vez con que podía hacerlo él mismo. Su paciencia se estaba agotando y no sabía cuánto tiempo más podría estarse quieto y en silencio.

En el momento en el que el último botón fue liberado, Dylan levantó la vista hacia arriba encontrándose con los ojos marrones de su compañero, quien se enderezó unos centímetros para lanzar al suelo su camisa. El castaño comenzó a bajar por su pecho, repartiendo inocentes besos al azar; hace tanto tiempo que no hacía algo como esto y que sea precisamente Thomas el que estuviera frente a él era lo que lo ponía más nervioso. Su rostro se tensó y sus mejillas se enrojecieron rápidamente una vez que llegó hasta abajo del ombligo del rubio. Podía notarse una gran erección escondida en esos vaqueros azules y estaba ansioso por verla cuanto antes. Le bajó los pantalones cuidadosamente, siendo ayudado por el rubio, quien levantaba las piernas para reducirle el esfuerzo.

-Dyl...

-Shhh.

-Dyl, espera... por favor —insistió entre fuertes jadeos.

-No —le respondió el castaño secamente. Estaba hipnotizado por la excitación y se negaba a detenerse.

-Dylan, te he dicho que aguardes un momento —lo detuvo Thomas, repentinamente enfadado. Lo apartó unos centímetros de su cuerpo y los ojos cafés verdosos del castaño se movieron de un lado hacia el otro, mirando lo que sea con tal de evitar el contacto visual con Sangster, ¿acaso había hecho algo mal? Su corazón comenzó a latirle muy deprisa, temiendo lo que Thomas pudiera estar pensando. A lo mejor creía que él estaba muy necesitado.

-... -hizo una larga pausa, esperando lo que sea que el rubio fuera a decirle.

-Quería preguntarte si estás seguro de lo que haces. Digo, no quiero hacerte daño.

-¿Qué tipo de daño me podrías hacer tú? —lo menospreció con tal de quitarle la tensión al momento. Forzó una sonrisa burlona y volvió a sentarse firmemente sobre el estómago Thomas, ignorando el hecho de que él lo aferraba de las caderas.

-No quiero perder tu amistad. Sólo es eso.

Dylan dejó escapar un bufido que no le hizo ni la más mínima gracia a su amigo, por lo que intentó retractarse de su acto besándolo por sorpresa. Thomas le correspondió y tomó eso como algo positivo. Dylan estaba seguro de lo que hacía.

Sangster subió sus manos a su cintura y lo volteó en un rápido movimiento, posicionándolo boca abajo; al castaño le tomó unos segundos asimilar lo que acababa de hacer. Nadie nunca lo había dominado de esa forma. Las manos del rubio se deslizaron entre el estómago de él y las ropas de la cama, tomando su miembro con sus dedos delgados y firmes. Ambos estaban desnudos y con una capa de sudor cubriendo sus cuerpos, la habitación era sofocante y de vez en cuando un rayo de sol se colaba entre las cortinas que eran sacudidas por una fresca brisa otoñal. Todo parecía perfecto.

Dylmas (Dylan y Thomas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora