Pesadillas

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Nota: este es un capítulo verdadero en cuanto a Dylan. Obviamente no todo al pie de la letra, pero lo es. Si se lo toman a la ligera, voy a pegarles. Léanlo con sumo cuidado porque me esmeré mucho en escribirlo. Nunca pongo notas de estas, pero es que Dylan me pone toda sensible y siento que merece la pena prestar atención hasta la más mínima palabra que sale aquí. Y también merece la pena toda esta dedicación que le puse en hacerlo porque los sentimientos de Dylan lo valen.
Insisto, NO es cien por ciento igual, pero sí es parte de Dylan esto. Y, ciertamente, es lo que estábamos esperando ver desde que Thomas empezó a preguntarse qué hay con él, por qué nadie sabe nada y qué oculta. Les recomiendo analizarlo un pelín.


Un escalofrío me recorre la espina dorsal, mis manos sudan y mi cuerpo se tambalea casi de manera imperceptible. El recuerdo de una sensación que era más fuerte hace años atrás, pero que ha dejado consecuencias en mi presente. Las miradas están puestas en mí y quiero correr, huir de estas cuatro paredes que me encierran durante horas.

Llevo días así, pero es algo que no puedo controlar. No consigo hacer que la gente me mire de cualquier otra forma que no sea para tenerme bajo una lupa a plena luz del sol. El calor me sube a las mejillas y mi garganta se estrecha. No puedo respirar... Entonces me digo que es solo un sueño. Debe de serlo.
Los chicos conversan en voz alta en grupos grandes de amigos, pero sé que más de alguno ha de estar pensando que soy un maldito desastre. Intento adaptarme, quiero hacerlo, pero se me hace tan difícil hablarles a las personas.
-¡Ey, ¿acaso estás ciego?! -me pregunta alguien con quien acabo de chocar.
-Yo... no -respondo tímidamente.
Me pego una bofetada mentalmente. ¿Qué clase de respuesta es esa? ¡Claro que no estoy ciego!
El muchacho recoge algo del suelo y se va sin decirme nada más.
Cuando mis padres me dijeron que tendríamos que mudarnos, se me cayó el mundo a los pies. Lo peor que podría pasarte en la vida es que te obliguen a mudarte cuando estás en la mitad del semestre.
Si pudiste hacer amigos aquí, los podrás hacer allá, era lo que solían decirme mientras hacíamos los preparativos para la mudanza. Porquerías. No es lo mismo hacer amigos cuando eres un crío revoltoso a que hacerlos cuando estás en plena adolescencia. Y yo, como un idiota, caí en sus palabras de consuelo.
Niego bruscamente con la cabeza. Bueno, tampoco es que hubiera logrado mucho quejándome y rehusándome a venir.
Pero ya estaba aquí, y todo parecía ser una verdadera tortura. Quizás si hubiésemos llegado a comienzos de año podría haberme integrado mejor... o quizás no. Llevaba un par de semanas viniendo a pesar de que me tapaba hasta las orejas con el cobertor y le decía a mi madre que me sentía enfermo. No es como si ella me hubiese mandado si realmente lo hubiera estado; supongo que sabía que mentía.
Ya verás cómo después haces grandes amigos, me dice, anticipándose a algo que no le he dicho aún: que no tengo amigos y que no creo que vaya a tenerlos.
Siempre he sabido que soy un tipo socialmente ansioso, pero nunca creí que esto empeoraría con el tiempo. Y simplemente no puedo ocultarlo. Mis manos me delatan cuando intentan buscar algo en qué ocuparse mientras mi mente se dedica a borrarse y volverse blanca, impidiéndome pensar con claridad.
Lo bueno es que con el paso de los años he aprendido a esconder muy bien mi problema, o eso espero. Mi creatividad la convertí en algo a lo que le denomino como humor-espontáneo. Soy una persona rápida a la hora de actuar y pensar, así que no me fue tan difícil ocupar mi sentido del humor como un método de defensa, un escudo, contra la ansiedad. Esto me sirvió para poder sacar la voz que tenía dentro. Así que me fue bien desde ahí en adelante. Agrandé mi escudo, lo perfeccioné y terminé construyendo una fortaleza increíblemente enorme... irrompible, pero... nadie dice que mi miedo no siga ahí, en algún lugar.

Unas manos me toman de la cintura y me sobresalto en mi cama. Abro los ojos, asustado, y miro a todas partes tratando de orientarme. ¿Dónde estoy?
-Dylan... -murmura Thomas al lado mío.
Por un momento se me había olvidado todo lo que ocurrió hace solo horas atrás.
Me giro un poco para mirarlo de cerca: tiene la boca semiabierta, los hombros relajados y el torso mínimamente húmedo. Sonrío ante su imagen. Parece relajado y algo... feliz. Muy feliz, la verdad.
Estos meses no fueron nada de fáciles sin su presencia. Después de las grabaciones de The Maze Runner debía admitir que lo había extrañado demasiado, pero ahora era diferente. El cómo terminaron las cosas después de la fiesta de The Scorch Trials me hizo sentir desesperado. Nunca había tenido tanto miedo de perder a alguien.
No me dejes, le había pedido. ¿Habré sonado como un imbécil?
Mi fortaleza no le permite la entrada a extraños, a nadie. Un fuerte tan grande no se construye así sin más. Éste tiene que mantener la postura con la cual fue construido en un comienzo. Pero seguro que ha pensado que soy un posesivo que no quiere más que amarrarlo, y después terminará dejándome por ello.
Aprieto suavemente sus brazos y oculto la cara en su pecho.
-Hmm -gimotea él al sentir mi tacto.
Siento que él, inconscientemente, apoya su mentón sobre mi cabeza y cierro los ojos. No sé qué hora es, y tampoco quiero saberlo porque eso significaría que empezaré una cuenta regresiva hasta cuando llegue el momento en que tenga que marcharse... con Isabella, su novia.
Sé que lo que pasó hoy no está ni cerca de lo que ocurrió la otra vez, pero esto no me aseguraba que iba a quedarse conmigo. Debo suponer que el hecho de que Thomas me haya confesado que para él sí fue importante, convierte esto en un amor correspondido. Igualmente un amor correspondido no quiere decir en ningún caso que va a funcionar... a veces las cosas se complican y... y... Aggh, la negatividad es algo que va adherido a mí, imposible de arrancar.
Levanto la cabeza para volver a mirarlo y lo beso justo en el cuello, que es el lugar más cercano que tengo ahora mismo. Enredo mis piernas con las suyas y abrazo su cintura para dormirme otra vez. Aunque no me prometió quedarse conmigo por siempre, algo me dice que no se irá.

Dylmas (Dylan y Thomas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora