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Sostenía en sus manos un hermoso marco de madera, este tenía detalles pequeños pero meticulosos, era algo lujoso se podría decir, pero para él la foto que estaba dentro era lo más valioso.

Acaricio con el dedo pulgar el pequeño y frágil cristal en ella, pasando sobre el rostro de su padre, veía su sonrisa, recordaba ese día a la perfección, más sus pensamientos eran nublado por el dolor traicionero que aun cargaba. Besó el rostro de su padre y bajó el retrato; suspiró y fue que por fin pudo salir de esa habitación sin soltar una lágrima.

Ya está,  había dejado ir a su padre. Tony merecía descansar.

Apagó la luz y sonrió antes de cerrar la puerta, apretó en su pecho una vez más aquella chamarra que normalmente portaba el millonario, juraba aún sentir su olor, tal vez eran sus sentidos suplicando el contacto mínimo, esa era tan especial porque fue la última que portó.  Como pudo caminó por los extensos pasillos que lo condujeron a la sala de estar, ahí estaba su ahora esposo, se acercó y lo arropó con la manta a su lado y por fin fue que procedió a ir al balcón.

El aire en su rostro lo hacía sentir vivo, le recordaba que por él es que su padre vivió feliz, recordó que fue la luz que más necesitó. 

Vió al cielo y sonrió, por fin podía decir adiós.

–Perdón por tardar tanto papá, te veo del otro lado.

Sonrió. Se abrazó a sí mismo y supo que tenía que continuar.

Debía continuar.

Por Peter. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora