Capítulo 21: Adrien y el campo de golf.

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    Realmente estaba muy cansado. El haberle comprado una nueva mascota a mi hijo, me trajo muchos recuerdos, a mi perro que tuve cuando era adolescente, que siempre estuvo conmigo en las buenas y en las malas, pues fue la mejor compañía que pude tener en aquello tiempos.
   Espero que Elio sea una buena compañía para mi hijo.

   Después de terminar de comer me puse a leer un libro, leer siempre ha sido tan importante para mí, simplemente no tenía que vivir solo en mi triste realidad, podía abrir una puerta, con un título prometedor, adentrarme en maravillosas aventuras, sentirme en la piel de personajes cautivadores, recuerdo cómo me encantaba la poesía, y entre todos mis sueños más embriagantes, escribir poesía era una de ellas, pero quién lo viera, terminé casándome con la medicina, mientras mi amante fue la poesía. La vida no siempre resulta como uno lo planea.

   [...]

   Ellizabeth entró a la habitación.

-Amor - me acarició el cabello.

-Dime.

-Le prometí a Nando que lo llevaría a jugar golf, ya sabes, quisiera pasar un momento "madre e hijo".

-Tengan mucho cuidado -le besé la mano.

-Nos llevaremos a Elio, de seguro el nos cuidará -sonrió.

-Me parece perfecto.

   En ese instante entró mi pequeña Brish con una canasta de muñecas, traía una bata blanca y un estetoscopio de juguete.

-La pequeña Brish te cuidará y te atenderá para lo que necesites.

-No soy Brish, soy la nueva enfermera del sr. Wilde.

Yo y Elli no pudimos disimulas nuestras risitas.

-Disculpeme enfermera -sonreí.

-Llamame si necesitas algo, Ele se quedó en su habitación.

-¿Sigue molesta?

-Sabes que tiene un carácter un tanto complicado, pero la convenceré de que nos acompañe.

  Elizabeth se retiró.

-Enfermera, ¿quiere que le lea un cuento?

-No, porque soy una enfermera, pero le diré a la señorita Brish que venga.

   Brish salió un momento de mi habitación y al minuto volvió entrar, pero esta vez sin la bata blanca y el estetoscopio.

-Papi, ¿puedes leerme el cuento de pulgarsito?

-Claro, ven. Acuéstate a mi lado.

   En ese instante la cabezita Ele se asomó tímidamente por la puerta. A lo que me apresuré a preguntar:

-Ele, ¿no fuiste con tu madre?

   Ele vino corriendo hacía mí y me abrazó.

-Sólo quiero que dejes de estar enfermo -me abrazó fuertemente. -Papá te amo.

-Corazón, te prometo que nada me pasará -limpié las lágrimas de su rostro. -Yo también te amo.

Se recostó a mi otro extremo y comenzé a leerles.

-Esta historía que hoy os cuento ocurrió hace ya mucho, mucho tiempo. Cuentan que un campesino y su mujer vivían tranquilos en su humilde hogar.
   Aunque eran felices echaban en falta tener hijos...

[...]

   El sol se asomaba con sus rayos resplandecientes, a través de los frescos pinos y árboles del campo de golf.

DOLORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora