Porque Matt simplemente está igual de loco que él...

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Toc toc toc

Quinta vez que tocaba, el frío de diciembre era un asco, las mejillas le ardían al igual que sus enrojecidos nudillos. Una sexta vez más bastó para abrir su piel contra una de las marcas congeladas que inevitablemente se formaban sobre la superficie de la puerta del departamento de Frank. 

Crack..

—Arg maldición...— Un Murdock no debía dejarse sobrellevar por las emociones le recitaba como credo Jack cuando peleaba en la escuela y debía curarle sus heridas. Un Murdock no lloraba repetía su abuelo cuando su madre se fué y presenció el funeral junto a papá y él. Un Murdock tiene la capacidad de aguantar todos esos golpes y más... Quizá Mattie no era un Murdock.

Porque las astillas congeladas enterradas en sus nudillos fueron suficientes para quebrar su autocontrol. El mar de sentimientos que ahogaba su garganta desde que salió de casa ésa misma tarde, el mismo que lo impulsó a caminar sin rumbo aparente, terminando frente a la puerta de Frank Castel, encogido por el frío y ahora llorando. Llorando de coraje, impotencia, berrinche y desesperación.

—¿Murdock?— 

Una voz rasposa y cansada pareció bajar de una camioneta, Lieberman estaba ahí, sobre sus lágrimas y el dolor corporal, Mattew pudo percibir su Colonia.

—Rayos ¿Te encuentras bien? Ven, vamos...— El mayor se inclinó frente a Mattew tomándolo de los hombros, ni había manera que el pelirrojo se avergonzara más por su situación. Llorando encogido frente a la puerta de Frank - quien aparentemente no estaba-, lamentándose por no soportar tanto como papá, por dejarse ahogar en un vaso de agua. —Frank no está, pasará el fin de semana... Fuera...— Un desvarío en la voz de David le delataron de tratar esconder algo más privado.

—De-de acuerdo, perdona que te interrumpiera...— Matt entendió inmediatamente un levantate y vete, Frank no está para tí y como el niño emocional que siempre fué, pretendió ponerse en pie rápidamente para escapar.

Pero Lieberman lo detuvo a tiempo. —No Matt, no-no estás interrumpiendo nada. Frank me pide que le cuide el departamento a veces... Es un poco paranoico cuando no está. Justo acabo de llegar sabes.—

—No te quiero molestar, enserio gracias ...— Otro intento de irse, y de nuevo David le obstruyo el camino. 

—Vente, te invito un café, está helando y en la camioneta tengo un botiquín.— Habló haciendo sonar su sonrisa cuando se refirió a su mano. En el segundo de silenció dónde Mattew lo consideró, la mano temblorosa por el frío de Lieberman - cubierta por su manga-, le pasó por las mejillas intentando secarlas. Un gesto muy amable que hizo a Murdock sentirse más miserable que antes. 

—No es necesario.—

—Yo insisto...— Lieberman simplemente no podía dejar al chico de Frank ahí parado con la helada, las mano le sudaban nervioso [gracias a su pánico a la hora de verse socialmente notado] y como último recurso, sacó su carta de salvación. —Por favor... Frank me matará si te dejo aquí.—

Algo dentro del pecho de Matt se retorció escandalosamente y el color solo le subió hacia las orejas. Se encontró realmente avergonzado de verse descubierto. —¿A qué te refieres con eso?—

Lieberman sonrió cómplice. —¿A qué piensas tú qué me estoy refiriendo?—

—... — Un enrojecimiento más notorio sobre las mejillas de Murdock y Lieberman se rió de su bochorno. Al final terminó palmeando su hombro y con un suave empujón lo dirigió a su camioneta. 

Carajo solo velosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora