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Como bien era su costumbre, Mikaela despertó la mañana siguiente poco antes de que el sol saliera.

Los eventos del día anterior se sentían casi como un boceto borroso, pero no tuvo tiempo de dudar de la veracidad de esos hechos cuando, al caminar hacia su sala, se encontró con sus tres "invitados" dispersados por el lugar: Shinya dormido en el viejo sofá, con Guren sentado en el suelo junto a él, piernas estiradas y ojos cerrados, y Yūichirō en una de las esquinas, casi hecho bolita y abrazando sus rodillas, alzando la vista vagamente al verlo entrar, para volver a bajarla en pocos segundos, observando la madera del suelo.

Mikaela pensó que tal vez estaba cansado por ser demasiado temprano, o que tal vez no había dormido, pero resultaba un poco extraño ver al mismo chico (o bueno, "serafín") que se había lanzado a sus brazos y hablaba tan eufóricamente sin descanso, callado y tranquilo en una esquina.

No tuvo la energía ni ganas suficientes como para preguntar al respecto, y prefirió ir hacia la cocina para preparar algo de café como acostumbraba cada mañana, con el ligero escalofrío producto de lo nada acostumbrado que estaba a la compañía.

Todo el asunto de los serafines y los híbridos seguía sonando como una extraña broma de mal gusto, pero luego de aquellas pruebas con el cuchillo y la habilidad, era un poco difícil no creer que esos dos no fueran no-humanos.

Sabía que tal vez debería estar un poco más escéptico al respecto, o al menos al borde de una locura, pero luego de más de una década con el conocimiento de estar siendo constantemente acechado (incluso si no conocía la razón), la idea de obtener de ellos las respuestas que su padre jamás le había dado, superaba por mucho su necesidad de echarlos de la casa tan pronto como le fuera posible.

Además, estaba seguro de que, si fueran realmente un grupo de asesinos intentando engañarlo, ya lo habrían hecho a esa altura, y no habrían tenido la necesidad de una mentira tan elaborada loca y poco lógica como "Oh, somos seres de otro mundo."

Así que, sí, él estaba obligado a creer el asunto de los serafines, y su propia condición como "híbrido", pero había un pensamiento en especial acerca de eso que le había dificultado dormir la noche anterior: Si estas "personas malvadas" eran las que estaban detrás de él, y Urd había sabido de ellos todo el tiempo, siendo su razón para esconderlo durante tantos años... ¿Quién era Urd realmente?

Mikaela chasqueó ligeramente la lengua, antes de girar la cabeza levemente para verlo escabullirse de nuevo hacia la sala, antes de oír un quejido de lo que sonaba como Guren, y un par de cosas caerse. Aún esperando por su café, regresó hacia la pequeña sala también, esperando encontrarse algún escenario de caos, sólo para ver a Shinya sentado en el sofá, frotándose la cara con expresión somnolienta, y a Guren sentado junto a él, con una mano sobre la cabeza de Yūichirō, quien estaba sentado en el suelo con una expresión enfurruñada.

— ¿Ahora qué hacen?

— Yūichirō está preocupado por algo.

— No estoy preocupado. — respondió el menor.

— Claro que sí. Viniste a golpearme...

— Porque no me agradas. — interrumpió.

— Y no te di motivos para ello hoy, así que debes estar preocupado por alto e intentas desquitar tu frustración de algún otro modo. Como golpeándome. — siguió diciendo, en tanto Shinya se ponía de pie sin prestarles atención.

— Con permiso, usaré el baño. — musitó, y Mikaela asintió simplemente.

Por su mente pasó muy brevemente la posibilidad de disculparse por todo el asunto del día anterior, cuando lo amenazó con un objeto punzante y eso, pero la descartó de inmediato. No había tiempo que desperdiciar.

𝐀𝐑𝐂𝐀𝐍𝐔𝐌 ➫ Owari no SeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora