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Caminando por los pasillos de la sede principal de Abraksas apenas unas horas atrás, René había tenido un mal presentimiento.

Jamás había sentido algo similar, pero no era la clase de sensación por la que uno pudiera sentirse fascinado, sino más bien incómodo, lo suficiente para lograr que se detenga a mitad de camino, obteniendo varias miradas de atención de otros reclutas que pasaban. Era como si todos sus sentidos estuvieran intentando forzarlo a caminar hacia la derecha cuando él debía ir hacia la izquierda, o algo similar que no lograba realmente explicarse ni a sí mismo.

Tal vez eran simplemente nervios. Después de todo, era la primera vez que los miembros del alto mando mandaban a llamar por él personalmente, y eso era también algo a lo que muchos otros aspiraban, pero René no podía encontrar realmente qué resultaba tan emocionante al respecto.

No podría realmente pensar en una razón para que quisieran verlo. Dudaba que fuera por algo sumamente destacable, pero tal vez su esfuerzo desde su incorporación a la organización, ya hacía poco más de un año, había sido suficiente como para ser ascendido a misiones de mayor rango, como ser trasladado a otra sede, tal vez alguna de las que se dedicaban al entrenamiento en combate.

Eso era lo más cercano a una explicación que podía encontrar.

Logrando salir de su esparcimiento extraño de pensamientos, y retomando su camino hacia la sala de reuniones principal, aquella extraña sensación hormigueó en sus manos durante todo el trayecto, hasta que finalmente sus dedos golpearon suavemente la puerta, custodiada por dos guardias.

— Puedes pasar. — se oyó desde el interior.

Tomando una respiración profunda, dejó que los guardias abrieran las dos enormes puertas, y con postura recta, pero cabeza baja, avanzó firmemente hasta quedar a una distancia prudente del Líder, y los seis miembros del Consejo de Abraksas, antes de inclinarse sobre su rodilla, llevar un puño al pecho, y realizar la reverencia apropiada.

— Ponte de pie. — escuchó la voz suave del líder.

De inmediato se incorporó, alzando la mirada finalmente para encontrarse con los ojos del Líder, siendo la primera vez que lograba verlo: Un hombre presencia imponente, facciones etéreas y ojos amables, vestido con un gran manto que cubría hasta su cabeza y lo observaba con una sonrisa muy suave.

El resto de los miembros del Consejo resaltaban también a su propia manera, pero coincidían en emanar aquella poderosa aura de autoridad y respeto que tanto había escuchado de sus congéneres. No podía sentir más que el propio respeto que se debía al estar en presencia de ellos.

— Vine como me fue solicitado, Líder. Espero que mi desempeño no haya causado ninguna clase de inconveniente que deba ser señalado y perjudique para nuestra causa. — fue lo primero que dijo.

— Nada como eso.

— Tu presencia aquí es grata para todos nosotros, y también de suma importancia. — habló una de las tres mujeres del consejo. Raimeki era su nombre.

— Te uniste a nosotros al terminar tu entrenamiento, y desde entonces no has mostrado más que buenos resultados y un desempeño excepcional en torno a todo lo que creemos aquí. — dijo entonces uno de los hombres. El único de ellos cuyo cabello era tan oscuro como la noche. — Estamos muy satisfechos de tener de nuestro lado a alguien tan dedicado como tú.

El Líder se puso de pie, avanzando hacia él antes de que pudiera ser capaz de responder, y René se obligó a sí mismo a quedarse en su sitio, incluso cuando la imponente presencia del líder por poco lo forzaba a retroceder.

— Es por esa razón que los miembros del Consejo y yo hemos decidido confiarte algo muy importante, muchacho. — habló nuevamente, alzando su brazo para posar la mano en su hombro, guiándolo hacia una de las puertas del salón. — Ven conmigo. Hay algo que debemos enseñarte.

𝐀𝐑𝐂𝐀𝐍𝐔𝐌 ➫ Owari no SeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora